“Nunca me imaginé quedarme a dormir en un museo con más niños, pero es divertido, porque con piezas y maquetas nos cuentan historias sobre el cielo y sobre guerras que enfrentó nuestro país”, cuenta Paola, emocionada, una niña de ocho años de edad que participó en la primera Noche de Museos, organizada el pasado viernes en recintos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), con motivo del Día Internacional de los Museos.
Uno de los espacios culturales que desarrollaron esta actividad, fue la Galería de Historia “Museo del Caracol”, en Chapultepec, donde alrededor de una treintena de niños de entre 8 y 13 años, asistieron desde las 17:00 horas para tener una experiencia única y diferente.
Paralelamente, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, otro grupo de 20 infantes se dieron cita en la vieja casona colonial de la Calle de Moneda, que alberga al Museo Nacional de las Culturas (MNC), donde llegaron puntuales a las 20:00 horas, al tiempo que se despedían sus padres, con toda la disposición de dejarse conducir por los guías del recinto, y ser sorprendidos por las aventuras de las civilizaciones primigenias.
Los pequeños visitantes de la Galería de Historia fueron recibidos por el astrónomo Bernardo Martínez, de la Asociación Mexicana de Astronomía, quien después de una explicación breve sobre la creación del telescopio en 1607, por el óptico holandés Hans Liphersey, sus funciones y los beneficios que ha ofrecido a la ciencia, los formó por estaturas para que uno por uno pudieran observar a través del aparato, y dimensionaran el gran alcance óptico que tiene.
“Aprovecharemos que el Sol aún no se oculta y lo vamos a ver directamente, por medio de estos lentes especiales hechos de papel y negativos velados cubiertos con una mica, que impiden el paso de la luz infrarroja y los rayos UV que lastiman nuestros ojos”, explicó el astrónomo, mientras los infantes tomaban los anteojos de papel, y señalaban entre sí “la pequeña pelotita” que lograban observar.
Mientras tanto, en el Museo Nacional de las Culturas (MNC), niños y niñas fueron recibidos por la diosa griega de la sabiduría, Atenea, quien con yelmo en la cabeza y larga danza en mano, se presentó ante aquellos infantes de rostro y cuerpo juguetón, que contrastaban con las frías esculturas de mármol de la Sala Grecia del recinto.
Entre las columnas de una tumba egipcia y provocando risas nerviosas y gritos contenidos, en el módulo del MNC dedicado a Egipto, surgió cual espectro Djedet, sacerdotisa cantora del dios Amón, cuyo sarcófago se encuentra en este museo del INAH. Sin embargo, como explicó a los pequeños que la observaban sorprendidos, lo que veían de ella no era su cuerpo sino su ba o alma.
Les contó sobre los poderes de los dioses Thot, Osiris e Isis, los secretos de embalsamar un cuerpo y, sobre todo, advirtió de la importancia de mantener un corazón bueno, pues los antiguos egipcios pensaban, cuando llegaba el momento de la muerte, que si alguien había vivido y actuado con apego a la verdad y a la justicia, su corazón debía pesar lo mismo que una pluma al ponerse en una balanza.
El recorrido nocturno por el Museo del Caracol continuaba, y tras la observación astronómica, los chicos fueron divididos en dos grupos e hicieron un recorrido interactivo por las 12 salas del recinto, dirigidos por dos maestras del área de Servicios Educativos del lugar, quienes tomando como referencia algunos dioramas con las principales escenas de la historiografía de México, hacían que los niños reconstruyeran la historia, al contar lo que sabían sobre cada suceso, y reflexionando sobre las consecuencias que tuvieron en el país.
“Mi personaje favorito es Josefa Ortiz de Domínguez —mencionó una niña durante el recorrido— porque sin ella Hidalgo no se hubiera enterado de que la conspiración se había descubierto y nada hubiera pasado”; por su parte, Emiliano dijo que para él, era Zapata el mejor personaje, porque “él sí ayudó a los pobres, les dio tierra y los defendió de los que tenía mucho dinero”.
Alrededor de las 20:30 horas, se les contaron historias míticas a los niños sobre las constelaciones y principales estrellas del cielo, como fue el caso del cuerpo celeste Sirio, el más brillante del Sistema Solar, y que marcaba el inicio del año para los mayas y los egipcios.
Ya entrados en el enigma de las viejas culturas, en el Museo Nacional de las Culturas, los niños pasaron al módulo dedicado a Mesopotamia, el corazón de Oriente Medio, cuna de una civilización de grandes avances, entre ellos, hacedores de las primeras leyes o Código de Hammurabi, aunque los infantes se miraron temerosos al conocer que en aquellos tiempos, se castigaba a quien levantara la mano contra su padre, cortándosela.
Pero la gloria también estaba por venir para los pequeños aventureros. Al conocer en Grecia a la estricta pero justa diosa Atenea, nacida de la cabeza de su padre Zeus, los pequeños aventureros decidieron participar en una miniolimpiada, y fue la niña Yoalli, quien se coronó con laureles y se presentó a los pies una bella escultura conocida como Victoria de Samotracia.
La noche ya había caído, y en el Museo del Caracol al término de la actividad, los niños recibieron la cena, y luego en las salas 1 y 2 extendieron sus pequeñas casas de campaña. Posteriormente, sentados sobre cojines, en la Sala 1 escucharon algunas leyendas y mitos del siglo XIX narradas por un actor, y al finalizar, se proyectó la película Una noche en el museo 2 para que los pequeños que lo desearan se quedaran a verla.
La primera parte de esa misma cinta, era proyectada en el Museo Nacional de las Culturas, donde poco a poco, mientras desfilaban ante sus ojos algunas escenas de la famosa película, los pequeños visitantes nocturnos fueron quedándose dormidos.
La mañana siguiente, los chicos que pernoctaron en el Museo del Caracol recogieron sus pertenencias e hicieron su aseo personal a partir de las 7:00 horas, recibieron su desayuno y finalmente, en el vestíbulo del museo realizaron la última actividad: narraron con sus propias palabras la historia de México desde el Inicio de la Independencia, en 1810, hasta la Promulgación de la Constitución de 1917, y evaluaron esta nueva experiencia de estar una noche en el museo y conocerlo desde una perspectiva diferente.
Éstos fueron uno de los muchos retos que debieron sortear a lo largo de la noche nuestros amigos, y en la que no podía faltar la búsqueda de un tesoro. Como mencionó Gabriela López, directora del Museo Nacional de las Culturas (único en América Latina por su temática), se llevaron una experiencia inolvidable. Con este tipo de actividades, es que los museos apuestan ahora por formar un público desde tempranas edades.
“Esta actividad es en sí, como un campamento nocturno. Fue precisamente el Museo de Historia Natural de Nueva York, el que inició este tipo de dinámicas, dando pie a muchos otros, a romper barreras para acercar a los niños de una manera más lúdica a estos espacios”.
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