Los congresos de los estados deberían declarar a la gastronomía como patrimonio estatal y generar recursos que ayuden a realizar proyectos turísticos, de entretenimiento y de alimentación regionales, propuso Antonio Montecinos Torres, autor del libro “Turismo Gastronómico Sostenible. Planificación de Servicios, Restaurantes, Rutas, Productos y Destinos”.
Al presentar su texto, Montecinos Torres -coordinador de Investigación Gastronómica y director del Centro Empresarial Gastronómico Hotelero- dijo que 12 estados del país declararon a su gastronomía como patrimonio, pero lamentó que no cuenten con presupuesto, planes, programas y proyectos a corto y mediano plazos para hacer de la gastronomía un atractivo turístico.
El académico e investigador recordó que en 2015, el Presidente de la República dio a conocer la Política de Fomento a la Gastronomía Nacional, donde por primera vez se conceptualiza como una cadena de valor alimentario, que genera 5.5 millones de empleos directos e indirectos y con impacto en 83 ramas de la economía.
Enfatizó que históricamente es la primera vez que un Presidente le da el valor a la gastronomía “más allá de sólo comer y beber”.
Antonio Montecinos reiteró que el objetivo es que el libro, se convierta en una herramienta que sea punto de partida para generar más conocimientos y políticas públicas en favor de la gastronomía y el turismo del país.
Por su parte, Ramón Martínez Gazca, presidente de la Confederación Panamericana de Escuelas de Hotelería, Gastronomía y Turismo, dijo que el libro busca rescatar el patrimonio gastronómico en diversas interpretaciones: material, natural, como sistema de seguridad alimentaria regional y de planificación gastronómica y turística.
“Muchos de nosotros cuando elegimos un destino lo seleccionamos pensando en su belleza natural y cultural; por su dinamismo o pacifismo; por las compras o porque durante décadas han existido destinos de gran renombre, pero, “¿algunos han decidido hacer un viaje a un lugar para probar la gastronomía?”, cuestionó al auditorio.
Puntualizó que el turista culinario es más sensible y de gustos exquisitos, por lo que su gasto significa una derrama económica importante para las comunidades locales, en donde los visitantes consumen lo auténtico y lo tradicional como una experiencia novedosa y agradable.
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