El Día Nacional del Maíz, que se celebra el 29 de septiembre ,es una propuesta ciudadana lanzada desde la Campaña Nacional Sin Maíz no Hay País (CNSMNHP), donde miles de mexicanos y mexicanas recuerdan al maíz y la milpa que producen las familias campesinas e indígenas, que constituyen una alternativa productiva, social y ecológica al modelo agro-ecocida de la revolución verde, del TLCAN y el neoliberalismo que han impuesto los gobiernos federales desde 1982 a la fecha y que sólo producen desigualdad, pobreza, hambre e inseguridad.
Se informó que existe una profunda crisis de credibilidad y legitimidad del gobierno mexicano; la fuga de capitales y la devaluación amenaza con un mayor estancamiento y colapso de la economía nacional; la inseguridad e impunidad se han afincado y generalizado en todo el país; la corrupción es ahora la principal función de los tres niveles de gobierno encabezada por el presidente y su gabinete; se vive una crisis de derechos humanos sin precedentes; la desigualdad y pobreza aumentan año con año; el cambio climático amenaza recurrente y crecientemente la producción alimentaria, la vida de las personas, la infraestructura y la vivienda de vastas zonas del país. Vivimos, en resumen, una tormenta perfecta que nos exige no sólo resistir y persistir en nuestras demandas inmediatas, sino ahora debemos plantearnos la necesidad de una salida social, democrática, sustentable y pacífica a la crisis de un régimen autoritario, neoliberal, corrupto y capturado por las corporaciones trasnacionales.
Como Campaña irrumpimos en el escenario de la política nacional con el lema “Sin maíz no hay país”. Ahora también decimos: “Sin país no hay maíz”.
Hoy más que nunca se hace necesario convocar a todas y todos los mexicanos a revertir el modelo agroalimentario desgastado y envejecido que representa e impulsa el gobierno de Enrique Peña Nieto.
El Día Nacional del Maíz nos permite acercar el surco a la banqueta, y que desde el campo y las ciudades, apoyemos a las familias, comunidades y organizaciones que trabajan a diario por la preservación de suelos, semillas y que son los protagonistas de la alimentación y de la educación agroalimentaria. Sin embargo el valor de la vida campesina, del maíz, de la milpa y, en general, de los modos familiares y comunitarios de producción y cultura son excluidos del proyecto de nación.
Los pocos o nulos estímulos a la producción campesina, con un enfoque asistencialista y clientelar, siguen expulsado a millones de cultivadores y pobladores del campo. La agroindustria, las mineras y la voracidad de los grandes consorcios internacionales despojan a comunidades y pueblos enteros de tierra, agua, bosques y recursos naturales.
Los pueblos indígenas y campesinos han sido reducidos a ser proveedores subordinados de “coyotes”, intermediarios y monopolios.
A pesar de todo, los movimientos campesinos e indígenas resisten a lo largo y ancho del país, impulsando alternativas de futuro y nos dan la esperanza de que otro modelo de país es posible. Por ello, como CNSMNHP impulsamos y trabajamos:
- Por un nuevo modelo agroalimentario basado en la diversidad de la producción de pequeños campesinos y comunidades indígenas, que nos han legado un modelo de producción basado en lazos solidarios y el cuidado de todo: de la alimentación y la salud de las personas y las comunidades, de la enorme diversidad biológica que hemos recibido en herencia, de los ecosistemas y de los recursos naturales; de las muy heterogéneas expresiones culturales; de los saberes ancestrales y de las tecnologías construidas con la reflexión colectiva.
- Derecho a la salud en el campo. Las enfermedades asociadas a la pobreza alimentaria y la escasez hídrica que padecen millones de mexicanos son más agudas en comunidades campesinas e indígenas.
- No a la imposición de transgénicos. Muestra de que la alimentación se ha mercantilizado es la amenaza permanente de las semillas transgénicas. La CNSMNHP apoya la demanda colectiva contra el maíz genéticamente modificado, que hasta el momento ha logrado detener por tres años la siembra comercial de ese maíz. El interés capitalista pasa por encima del derecho a comer bien, derecho a un ambiente sano, el derecho a la biodiversidad y el derecho a la tierra y territorio para vivir y sembrar.
Ahora el nuevo despojo a las y los pobres es a través de las semillas y los recursos genéticos, a nombre de la biodiversidad se justifican “negocios de tendencia”, donde a las comunidades campesinas se les trata como proveedoras y a la biodiversidad como mercancía
- No a la chatarrización de nuestro sistema alimentario. La publicidad engañosa ofrece productos dañinos como alternativas saludables ocultando los riesgos por el uso indiscriminado de aditivos químicos y alteraciones biotecnológicas, mientras el maíz nativo y los alimentos mexicanos son menospreciados. La desigualdad en el mercado alimentario deteriora la economía local y acaba con la cultura de los pueblos. La concentración de grandes capitales obliga a las familias a comprar en megatiendas, donde los intermediarios ganan, mientras quienes producen los alimentos y quienes los consumen se empobrecen.
- Alto a los megaproyectos de muerte. En un clima de impunidad y constantes agresiones al pueblo, avanzan los megaproyectos con aval gubernamental, altamente destructivos y contaminantes. Minas, fracking, parques eólicos, aeropuertos, presas, plazas comerciales y complejos turísticos, grandes extensiones de monocultivos, avanzan en territorios campesinos e indígenas provocando desigualdad, pobreza rural, migración, contaminación, destrucción del sistema milpa y de los modelos maiceros locales o regionales.
- No al Tratado de Asociación Transpacífico. Los tratados comerciales han menospreciado al maíz mexicano y el precio del maíz blanco quedó castigado. El poder de las transnacionales está superando al gobierno, y mediante tratados, como el TPP (Tratado de Asociación Transpacífico), las empresas imponen las reglas económicas y políticas a nivel planetario. Tan es así que producir maíz en México, nuestra principal fuente de alimentación, ya no es negocio, por lo que cada año se tienen que importar más de 10 millones de toneladas del extranjero.
Ante los ataques a la democracia y soberanía de los pueblos, y ante el poder de las grandes transnacionales, también nos organizamos en este Día del Maíz rumbo a la Jornada Continental por la democracia y contra el Neoliberalismo del próximo 4 de noviembre de 2016 en toda América y otros países del mundo.
El Día del Maíz se celebra en el campo y la ciudad, en barrios, universidades, pueblos originarios y plazas públicas. Gracias a estas celebraciones se han enlazado procesos locales de protección, promoción y resistencia.
Alzamos la voz en contra del modelo extractivista de bienes comunes, los megaproyectos de muerte, el intento de patentar la vida y las semillas, la persecución de defensoras y defensores de derechos humanos, activistas y líderes comunitarios, el despojo y abandono al campo, el menosprecio por la vida campesina; así como la represión y asesinato de activistas sociales.
Decimos no a las semillas y alimentos genéticamente modificados que, aparte de envenenar la tierra y el ambiente, solo beneficia el bolsillo de empresas transnacionales como Monsanto, Syngenta, Bayer, Dow Agrosciences, bajo la complicidad del gobierno mexicano.
Desde la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País, apoyamos todas y cada una de las acciones a favor de la vida en el campo y la ciudad, promovemos la defensa de nuestras semillas, el modelo digno de vida campesina, de los alimentos mexicanos. Hoy celebramos nuestra diversidad cultural y nuestra gran biodiversidad expresada en el maíz de cada comunidad.
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