La agroforestería, es una práctica ancestral de sembrar árboles frutales, café y hortalizas en medio de tierras dedicadas al pastoreo y la ganadería, con los siglos perdió fuerza frente al monocultivo, actualmente ha sido adoptada por campesinos frente al neoliberalismo que amenaza la soberanía alimentaria porque les brinda sustentabilidad, incremento de productividad y adaptabilidad económica.
Ello fue informado por el doctor Sanjay Lanka, catedrático de la Universidad de Sheffield en Inglaterra, en su visita a la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México (CDMX), en donde compartió sus investigaciones relacionadas con los beneficios de este sistema productivo en un mundo de libre mercado que dejó de lado los subsidios estatales al campo para brindarlos a intermediarios y grandes empresas.
El doctor Lanka realiza investigaciones de contabilidad en torno a la situación social de los campesinos que trabajan con el programa Comercio Justo, una certificación que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para mejorar el ingreso a los mercados de los productores y trabajadores de plantaciones agrícolas.
Sin embargo Comercio Justo ha resultado no ser tan justo, afirmó, luego de haber trabajado con fabricantes de Colombia, Costa Rica y Nicaragua en plantaciones cafetaleras.
En la región de Matagalpa en Nicaragua estudió de cerca la cooperativa UCA San Ramón, del Ejército Sandinista de Liberación Nacional, quienes “han tenido grandes resultados porque trabajan duro y conocen a fondo el café, además de poseer la certificación de Comercio Justo, aunque la razón por la que ganan buen dinero no tiene nada que ver con la certificación, sino con el respeto a la concepción de tierras comunales en las que se labora y comparte en comunidad”.
La otra ventaja para esas entidades es que con los árboles frutales diversifican sus productos y no dependen solamente del café, con lo que pueden vender o consumir las otras especies que cosechen en sus tierras. Bajo este modelo se mejoran también la calidad de vida, de comida y, por ende, de salud de las familias rurales, pues sus fincas diversificadas otorgan la soberanía alimentaria que el Estado neoliberal nunca les dará.
En el contexto del libre comercio los gobiernos de todo el mundo han dejado de lado su responsabilidad de ayudar a la comunidad, ya que antes apuntalaban los mercados donde los productores vendían sus bienes directo al consumidor, por lo que obtenían mayores ganancias, pero actualmente el Estado promueve un modelo privatizador de intermediarios que abre la oportunidad a los coyotes o las grandes empresas de servicios que compran a precios irrisorios.
El especialista en contabilidad social y ambiental urgió a hacer conciencia sobre la responsabilidad de los consumidores, pues “es muy fácil decir que creemos en los productores del campo, pero no dejamos de comprar en McDonald’s o Starbucks; se necesita cambiar la práctica de consumirle a los intermediarios y obtener nuestra canasta de los mercados directos”.
Por su parte, el doctor Ramón Soriano Robles, coordinador del seminario, admitió que tras 24 años de haber firmado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte queda claro que para la agricultura nacional sólo han sido favorecidas las grandes empresas multinacionales, mientras los pequeños productores han quedado fuera de esa dinámica económica y casi son llevados a la extinción.
Estas grandes corporaciones se llevan el mayor subsidio por parte del Estado, ocasionando que los pequeños productores no tengan la capacidad de apoyo por parte de los programas públicos de apoyo al agro.
La gente que decidió quedarse en el campo a pesar del embate del neoliberalismo está buscando medios para subsistir, por lo que es importante impulsar las propuestas que buscan revalorizar la forma de elaborar los alimentos y las nuevas técnicas para trabajar los terrenos con el fin de que no sólo se mantenga el conocimiento tradicional, sino que se impulse una mejor viabilidad económica, concluyó.
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