Por Fernando Guareschi, presidente Cargill de México
Conforme nos acercamos al 2030, México enfrenta grandes desafíos en materia de seguridad alimentaria. Con una población mundial que crecerá en 500 millones de personas en los próximos seis años, la presión sobre los sistemas alimentarios será cada vez mayor. En nuestra región, estos retos se agravan por factores como el cambio climático, la urbanización y la desigualdad social.
La seguridad alimentaria es un derecho humano básico. Sin embargo, 840 millones de personas en el mundo aún se acuestan con hambre cada noche. En una región donde la agricultura es vital, garantizar suficiente comida para todos no solo es crucial para el bienestar de las personas, sino también para la estabilidad económica y social de nuestros países. Si no fortalecemos la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios, el futuro de nuestra población estará en riesgo.
México enfrenta una realidad compleja: la vulnerabilidad ante fenómenos climáticos extremos, como huracanes, sequías y tormentas, impacta la capacidad de los agricultores para producir alimentos. Estos desafíos se ven agravados por cambios demográficos, como el envejecimiento de la población y el crecimiento de la clase media, lo que incrementa la demanda de alimentos nutritivos y accesibles. Por ello, se estima que la producción alimentaria debe aumentar al menos un 70% para el 2030.
No obstante, no basta con producir más: debemos hacerlo de manera sostenible. El uso eficiente de los recursos naturales es clave para que aseguremos la seguridad alimentaria de la región sin comprometer el medio ambiente. Aquí es donde entra en juego la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios, y como una prioridad urgente.
La resiliencia no es solo una tendencia, es una estrategia a largo plazo para garantizar que nuestros sistemas alimentarios puedan adaptarse y superar los desafíos futuros. En Cargill, creemos firmemente que el futuro de la seguridad alimentaria en México y el mundo depende de nuestra capacidad para hacer que la producción y distribución de alimentos sean más robustas y flexibles.
Uno de los pilares de esta resiliencia es la innovación. Estamos invirtiendo en tecnologías que permiten a los agricultores mejorar sus prácticas, como la agricultura regenerativa, que aumenta la productividad mientras protege los suelos y los recursos hídricos. Además, la modernización de la cadena de suministro, con la incorporación de automatización y tecnologías avanzadas, asegura que los alimentos lleguen de manera eficaz a los hogares de la región.
Este enfoque no solo refuerza el sistema alimentario regional, sino que también genera oportunidades económicas para los pequeños agricultores y las comunidades rurales. Creemos que una región más resiliente también es una región más próspera, y estamos comprometidos en ser parte de esa transformación.
Para enfrentar los desafíos de la seguridad alimentaria, todos los actores —gobiernos, sector privado, sociedad civil y comunidades locales— debemos trabajar en conjunto. La cooperación y las alianzas son fundamentales para garantizar que las innovaciones lleguen a quienes más las necesitan y que las soluciones se implementen a gran escala.
En Cargill, estamos comprometidos a apoyar a nuestros socios, clientes y comunidades en este esfuerzo. Con presencia en 70 países y una vasta experiencia en la producción y distribución de alimentos, sabemos que podemos desempeñar un papel clave en la construcción de un sistema alimentario más seguro en nuestro país.
Este año, Cargill se convirtió en el primer proveedor global de aceites comestibles conforme a las mejores prácticas de la Organización Mundial de la Salud para eliminar los ácidos grasos trans producidos industrialmente (AGTi) de grasas y aceites. En los dos últimos años, hemos invertido en mejorar las instalaciones para reducir la cantidad de grasas trans producidas durante el procesamiento de aceites y grasas vegetales, al tiempo que hemos colaborado con nuestros clientes para reformular nuevas soluciones de productos que satisfagan sus necesidades. Es así como hemos añadido los AGTi a nuestro programa de seguridad alimentaria y garantía de calidad, limitando el contenido de estos ácidos grasos a no más de dos gramos por cada 100 gramos de grasas/aceites.
El programa Pro-Mujer Jalisco es otra iniciativa de Cargill que busca mejorar las condiciones de vida de las mujeres y sus familias, a través del autoconsumo de huevos y nuevas fuentes de ingreso, para que puedan constituirse socialmente y vender sus productos a grandes consumidores. Este programa ha mejorado el empoderamiento económico de las mujeres, fortaleciendo la dieta familiar al incorporar proteína de buena calidad y a bajo costo. De esta manera, las familias rurales disponen de un producto sano que aporta a la nutrición de sus hijas e hijos, mejorando la salud infantil de la familia y la comunidad.
El futuro de nuestra región depende de nuestra capacidad para enfrentar los desafíos de la seguridad alimentaria de manera resiliente e innovadora. La agricultura sostenible, las tecnologías modernas y la colaboración entre todos los sectores son esenciales para asegurar un futuro donde todos tengan acceso a alimentos nutritivos y asequibles.
Es momento de actuar. No podemos permitirnos esperar, mientras millones de personas están impactadas en esta materia. En Cargill, continuamos trabajando hoy para que las próximas generaciones disfruten de un sistema alimentario fuerte, sostenible y resiliente.
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