Rafael Cienfuegos Calderón
En México existen más de seis mil humedales -cuerpos de agua salobre o dulce sobre la superficie terrestre que tienen una función ecológica relevante, son hábitat de muchas especies animales y vegetales, y ayudan a la regulación del clima- que no tienen la atención ni la infraestructura idónea para protegerlos.
Irma Escamilla Herrera, académica del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explicó que en el país los humedales pertenecen al suelo de conservación que ocupa el 59 por ciento del territorio nacional, pero todos están parcial o totalmente afectados.
Uno de los factores que los pone en mayor riesgo son los asentamientos humanos irregulares –problema social que emerge de la pobreza y la falta de regulación–que los invaden para construir, primero, casas con bloques, lámina y cartón, pero más adelante, con suelos de cemento que alteran definitivamente el ecosistema natural.
Hay casos, como el de la Riviera Maya, donde los suelos de conservación son ocupados para edificar hoteles y residencias. Pero hay otros, como los de Xochimilco y Tláhuac en la Ciudad de México, cuyos humedales son reductos del lago de Chalco que están en proceso de desecación. La primera demarcación concentra 300 de esos asentamientos poblados por más de 125 mil personas en 700 hectáreas de suelo de conservación, mientras que la segunda reporta 81 de ellos, que alojan a más de cuatro mil familias en una superficie de 300 hectáreas.
Los suelos de conservación son necesarios para mantener la estabilidad del territorio y tienen importancia a escala local y global. Proporcionan bienes y servicios ecosistémicos para la sustentabilidad, contienen más de mil 800 especies de plantas y animales y favorecen la infiltración del agua de lluvia para abastecimiento urbano, regulan el clima con la captura de dióxido de carbono y preserva la biodiversidad.
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