Los planes arquitectónicos deben concebirse como elementos de progreso, desarrollo e imagen nueva y sentido de responsabilidad social de los espacios, plantearon los arquitectos Boris Pena Cobián y Rodrigo Flores Rubio, directores de proyectos del despacho Sordo Madaleno Arquitectos, ubicado en México.
En ese sentido las edificaciones modernas deben considerar la sustentabilidad ambiental, el ahorro energético y sus impactos, así como las necesidades de los inversionistas y de los usuarios para convertirse en detonadores de cambio en la calidad de vida de la comunidad y la ciudad.
Se expresó lo anterior durante el XI Congreso Internacional 2017 Administración y Tecnología para la Arquitectura, Diseño e Ingeniería, convocado por la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en donde afirmaron que las plazas comerciales como son las de Antara y El Toreo, en la Ciudad de México, así como algunas torres son catalizadores que transforman las zonas de manera positiva y proyectan crecimiento urbano.
Esos espacios han transformado su concepto al abrir el sitio privado al disfrute público con lugares agradables para pasear, distraerse o divertirse con los amigos o la familia, integrados en un ámbito natural con jardines y árboles y no sólo con tiendas para comprar, lo cual ha generado nuevas formas de socializar que han contribuido a renovar las colonias e inducido nuevos inmuebles.
Los arquitectos, Pena Cobián y Flores Rubio comentaron que los desarrolladores construyen zonas mixtas porque los centros comerciales tienden a evolucionar para subsistir ante la competencia que representan las ventas por Internet, pues aquellos que se perpetúen sólo como lugares de adquisición, desaparecerán.
Esas áreas deben dejar de ser un simple aparato de compras para transformarse en ciudad, es decir, en territorios de encuentro, esparcimiento y paseo, ya que de eso se trata “el reto de la arquitectura comercial del siglo XXI”.
El convencer a la ciudanía de los beneficios que brindan proyectos tipo Antara no es difícil, porque la intervención impactó de manera positiva la vida de la comunidad, al edificarse no sólo como un espacio público con una nueva imagen, sino como un desarrollo urbanístico que es percibido por la gente como un sitio que propició alrededores más agradables y seguros.
Con la evolución de la arquitectura y los nuevos materiales casi no existen límites técnicos para la construcción de la mayor diversidad de obras, el reto consiste en trabajar con la autoridad, que exista el diálogo que permita “hacer ciudad” y que los lineamientos de desarrollo de las metrópolis no sean un obstáculo para los proyectos.
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