Si en el evangelio armenio los designan Melkon, Gaspard y Balthazar, a partir del siglo V sus nombres son Melichior, Gathaspa y Bithisarea para representar a Europa, Asia y África respectivamente. A Melkon, Melichior, Melchor (del hebreo: aquel que es el rey de la luz), lo representa un anciano caucásico con barbas blancas montado en un caballo, su regalo para Jesús —el oro— evidencia la naturaleza real del recién nacido; en la iconografía, Gaspard, Gathaspa, Gaspar (nombre, al parecer de origen griego, significa: aquel que viene de alguna tierra —lejana—, otros le otorgan origen persa con el significado de el que guarda los bienes de Dios), es un joven cetrino posado sobre un camello, ofrenda el incienso para significar la naturaleza divina de Jesús; Balthazar, Bithisarea, Baltasar o Baltazar (apelativo de origen hebreo o asirio: protegido por Dios) supuestamente de raza negra, aparece sobre un elefante, ofrece a Jesús la mirra, que simboliza el sufrimiento y la muerte futura del niño Jesús.
En el protoevangelio de Santiago son: Tanisuram, Malik y Sissebá.
En la Constelación de Orión, al cinturón de éste lo forma una alineación de tres estrellas popularmente denominada “las tres marías”, y es el lugar en donde los Magos reposan después de la ardua labor: Almitak, Almilam y Mintaka, de izquierda a derecha son los nombres de los astros. (Alniltak: Zeta de Orión[z]. Doble blanca, tipo B, magnitudes: 1,82 y 3,95, distancia: 815 años luz; Alnilam: Épsilon de Orión [e]. Supergigante azul, tipo B, magnitud: 1,7, distancia: 1.350 años luz. Mintaka: Delta de Orión [d]. Doble blanca, tipo B, magnitudes 2,41 y 3,76, distancia: 916 años luz).
La presencia de Los Reyes Magos varía en número en el ideario diferenciado, alguna vez fueron dos, cuatro, doce o quince, sin especificar nombres y procedencias, aunque, por lo general, constreñidos en el genérico de persas o con identificación zoroástrica. El Evangelio de Mateo refiere sólo ambiguamente a “unos Magos” guiados hacia el niño por una estrella radiante. El término mago, tras un largo recorrido en las lenguas antiguas tiene, actualmente, por manifestación cercana nuestra expresión “maestro” a partir del latín: magister, /maguíster/= hombre sabio.
En La invención de América (Investigación acerca de la estructura histórica del Nuevo Mundo y del sentido de su devenir), con sello del FCE y de la SEP en su primera edición en Lecturas Mexicanas 1984 con base en la del FCE de 1958, don Edmundo O’Gorman, en la página 148 (cuarta parte “La estructura del ser de América y el sentido de la historia americana”) asienta, con respecto a la división tripartita del mundo la entonces aceptada constitución del Orbis Terrarum: Europa, Asia, África: “Se vio en ella, ya el símbolo geográfico de la Santísima Trinidad, ya el fundamento histórico de la repartición de la Tierra entre los hijos de Noé o el de la bella leyenda de la adoración del niño Jesús por los tres reyes magos, ya, en fin, una ilustración de ciertos pasajes del Evangelio o un reflejo de la perfección mística del número tres.”, y aquí remite a la nota diez que en una de sus partes, al referir a San Isidoro de Sevilla y su “Libro de los números” dice: “… Éste número… es padrón perfecto, porque contiene el principio, el medio y el fin, y constando verdaderamente de tres, es sin embargo también uno. Así el mundo, como la trinidad, es uno efectivamente, si bien es tres en la distinción de sus partes…”
Hace algunos —no muchos y sí canas y calvicie— el regalo de Navidad lo proporcionaba el Niño Dios —por lo común ropa y/o calzado—, en tanto, el exótico Santa Claus era el benefactor de los niños en las clases altas cuyo comportamiento resultaba irreprochable, dado el número y calidad de los presentes; la tríada de peregrinos orientales abastecían a la infancia con algún juguete y dulces, cuando les era posible. Si durante la cimentación ideal del gran nacimiento fuera conocida la actual constitución de los cinco Continentes —contiguos, cercanos— cuál sería el nombre del mago representante de América y cuál el correspondiente al de Oceanía?, y sus presentes: ¿la grana cochinilla y aceite de eucalipto? Y ya para despejar dudas ¿la cabalgadura del americano sería una llama y la del oceánico un canguro? Éstas son interrogantes sin respuesta seria ni adecuada que sólo quedan para una especulación ociosa.
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