El turismo es una fuente de progreso para muchos países, aunque una preocupación constante es su impacto ecológico, declaró Javier Arce, director de desarrollo de Hoteles City Express, quien detalló que todas las instalaciones turísticas, al estar enclavadas en comunidades, tienen la obligación de promover su desarrollo.
Explicó que la sostenibilidad parte de una visión avanzada del turismo, que es un negocio, sí, pero uno que debe de proteger su entorno y compartir sus beneficios con los habitantes locales. Así se constituye un círculo virtuoso: al salir todos ganando, la sociedad misma se convierte en la principal defensora y promotora de la actividad turística.
A pesar de que la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró 2017 el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, y de que esto tiene la meta de sensibilizar a los responsables del sector sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2030 (que, entre otras cosas, plantea un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, así como el uso sustentable de océanos y recursos marinos para el desarrollo), en realidad queda mucho por hacer. La llamada “industria sin chimeneas” paradójicamente sigue siendo responsable del 5% de las emisiones mundiales de CO2.
Si seguimos así, el turismo dejará de ser negocio y todo mundo saldrá perdiendo (sobre todo las generaciones futuras), simplemente porque los paraísos naturales dejarán de serlo.
¿Qué podemos hacer? Las medidas deben de provenir de los cuatro actores fundamentales en la ecuación turística: las autoridades, con la regulación adecuada; las empresas del sector, atendiendo a las mejores prácticas internacionales de turismo sostenible; las comunidades, que deben ser incluidas en el desarrollo y también en la solución; y los propios turistas, que deben tener una actitud responsable al viajar.
En este sentido, es esperanzador que los viajeros más jóvenes, los miembros de las generaciones millennial y Z, tienen mucha más conciencia de su impacto ecológico al viajar. El turista responsable se distingue por respetar el entorno, consumir los productos locales, sólo tirar basura en los lugares indicados e investigar si el hotel en el que se va a hospedar tiene criterios de sustentabilidad.
El viajero tiene, así, una herramienta más para reducir su impacto ambiental: cerciorarse de que el hotel al que llegará tiene certificaciones sustentadas por organismos independientes.
En este último punto, las empresas del sector podemos hacer mucho más. En la cadena City Express tenemos un compromiso ambiental ineludible y lo confirmamos con las seis certificaciones que tenemos en esta materia, como LEED, que garantiza que las construcciones se erigen con parámetros sostenibles, y Biosphere, la certificación internacional de cuidado del medio ambiente especializada en la industria turística, auspiciada por la UNESCO y la Organización Mundial de Turismo.
Todo esto es relevante hoy, pero lo será todavía más en el futuro, conforme se siga desarrollando la industria, ya que los impactos serán cada vez mayores. El turismo es el tercer sector exportador del mundo. Una de cada siete personas viaja, y en 2017 hubo 1,300 millones de paseantes internacionales. Se espera que este número alcance los 1,800 millones en 2030 y, si se toman en cuenta los viajeros en el interior de su propio país (que hoy suman casi 6 mil millones), se llegaría a una cifra de 10 mil millones de viajeros en ese año, lo cual supone un reto enorme para el equilibrio ambiental.
Pero el turismo también es una fuente de crecimiento y de disminución de la desigualdad. La cuota de mercado turístico de las economías emergentes ha aumentado del 30% en 1980, al 45% en 2014, y se prevé que alcance el 57% en 2030. Esto quiere decir que cada vez más el turismo ayudará a cerrar la inmensa brecha de desigualdad entre las naciones.
Por lo tanto, debemos promover cada vez más el turismo, pero uno que signifique prosperidad para todos.
Es hora de que todos participemos para cuidar la única Tierra que tenemos. Sólo así lograremos que se haga realidad la promesa principal del turismo sostenible: que la explotación de los recursos se haga por debajo del límite de su renovación, y que nuestra generación satisfaga sus necesidades sin sacrificar la capacidad de las generaciones futuras para hacer lo propio.
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