Especialista y consultor en movilidad urbana, Sergio Avelleda afirma que se tejió un mito alrededor del probable riesgo que sufría la población si abordaba el transporte masivo durante la etapa más grave de la pandemia por Covid-19 y, ahora, las ciudades enfrentan el enorme reto de reducir drásticamente la congestión vial.
Además de disminuir el uso del automóvil y hacer que el transporte público sea más atractivo para el usuario, quien debería ser el centro de la atención de las políticas públicas en el sector, pero carece de voz para incidir en ellas.
“No me parece que el transporte público fue el gran factor de riesgo de contaminación durante la pandemia y fue esencial para que la gente que precisaba de trabajar, tuviera la oportunidad de acceder a sus sitios de empleo; los operadores siempre antepusieron la seguridad de las personas y hoy todavía en casi todos los países sólo puedes abordarlo con mascarillas”, afirma.
Sergio Avelleda, quien ha sido director de Movilidad Urbana en el WRI Ross Center para Ciudades Sostenibles y secretario de Movilidad y Transporte en Sao Paulo, Brasil, dice que si existen formas de hacer más atractivo el uso del transporte público en las grandes ciudades con los consecuentes beneficios que permitan bajar la contaminación.
Primeramente, destaca, es darle prioridad al transporte público, especialmente a los autobuses, construyéndoles carriles exclusivos de una forma sencilla y barata, que permitirá darle mayor velocidad al desplazamiento de un número más grande de personas.
Otra forma de incentivar la utilización del transporte público es buscar nuevas fuentes de financiamiento de manera que no sea sólo el usuario quien lo pague, sino que se convierta en un derecho como es el de la salud y el de la educación, que en la mayor parte del mundo se reciben de manera gratuita por parte del Estado.
“Son tantas externalidades positivas que hay el transporte público que está plenamente justificado tener una porción de dinero público para pagarlo, o sea, bajar el precio es una manera muy efectiva de atraer más gente para el transporte masivo”.
Un tercer elemento es lograr la gobernanza de los sistemas de movilidad, especialmente en las zonas metropolitanas, donde hay muchas ciudades conectadas unas a las otras. “Cuando no hay una coordinación y cada ciudad gestiona su propio sistema, hay mucha pérdida de energía y de capacidad de atraer pasajeros”, revela Sergio Avelleda.
El ideal sería tener una Autoridad Metropolitana de Transporte; las ciudades que hicieron esto como Londres, París, Nueva York y Madrid, tuvieron un incremento de participación de viajes en la matriz del transporte público. Y también bajaron los costos porque hay mucha más racionalidad.
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