En Ambiente

Viejo

Las diversas edades del hombre no son más que diversos géneros de niñez.
Amado Nervo.

En el habla cotidiana aceptamos la división de las etapas de desarrollo en el ser humano: 1.- Pre-natal (desde la concepción del ser hasta su nacimiento); 2ª.- Infancia (del nacimiento a los seis o siete años); 3ª.- Niñez (de los 6 a los 12 años); 4ª.- Adolescencia (inicia aproximadamente a los 12 años promedio, en las mujeres y a los 13 años en los varones); 5ª.- Juventud (de los 18 a los 25 años); 6ª.- Adultez (de los 25 a los 60 años); 7ª.- Ancianidad (de los 60 en adelante).

depre957Para José Ortega y Gasset en la coexistencia natural de las diversas generaciones el filósofo español otorga un espacio temporal de quince años de una a otra etapa o edad (infancia de 1 a 15 años; juventud, de 15 a 30; madurez, de 30 a 45; madurez en el poder, de 45 a 60; vejez, después de los 60).

María Zambrano —discípula de José Ortega y Gasset— reduce las etapas en la vida humana: “…infancia, juventud, madurez y vejez…”, por su parte, José Luis García Martín deja su aporte mediante una gracejada de trasmano en El Cultural (03/10/2002): “Decía Gil de Biedma…: ‘las únicas edades que en la vida tienen argumento son la infancia, la adolescencia, la juventud y la vejez; la edad madura es una tierra de nadie donde a uno no le pasa nada íntimo que no sean dolores de cabeza’.”

Retiremos esa máscara innecesaria que alguien, agobiado con pavor de anticipación, impuso ante la pérdida de su vitalidad y que en el trayecto extravió la importancia de la vejez al reemplazar todo un bagaje de experiencias con el término de “adulto mayor” —sin concretar cuándo se es “adulto menor”— o aquella otra atrocidad: “persona(s) de la tercera edad”.

Mucho pierde el hombre al disfrazar la vejez, la ancianidad por sinonimia de senectud: “Para los romanos —al hablar de etimologías*— se trata de la edad de la sententia. Es decir, el juicio y la opinión, el buen sentimiento y la sensatez… La palabra senex nunca es despectiva, ni tampoco el adjetivo senilis, que entre nosotros, por su asociación con demencia u otros propios de la edad, adquiere un sentido devaluador.”

En las sociedades donde el culto a la belleza y a la juventud es exigencia “cultural”, en el eufemismo de “tercera edad” —referida a la vejez— subyacen connotaciones negativas: dependencia, confusión mental, soledad, actitud rígida, pobreza, depresión, pasividad, lloriqueo… cuando en realidad a los sesenta años y más, el individuo aún es vital, productivo, capaz de racionalizar y socializar en cadencia propia y sabe que la Fuente de Juvencia era sólo un distractor.

Perpetuar la etapa de la juventud es exigirle al organismo la energía que ya no posee; al teñir la cabellera —cuando permanece— o injertarle copias industriales, al retirar las marcas de carácter (arrugas), el hombre falsea su realidad, asume una actitud que sus facultades ya no sustentan, cancela la construcción progresiva de la persona con las abstracciones propias de cada etapa en continuidad y genera un discurso de tolerancia condescendiente.

Lamentar la pérdida de la juventud es de hombre vacuo, de un derrochador de esfuerzos sin goce y sin peculio. Los que hacen de los hechos una marca numérica para el éxito y de la experiencia una vergüenza niegan la vitalidad de las palabras y el orden apropiado para destacar los logros cuando hay búsqueda de ser. Esa palabra, esas palabras (senectud, ancianidad, vejez**) encierran la suma de la vida con sus consecuencias.

La “tercera edad” es un eufemismo, un término de temor que, aparte de cercenar fases en la vida y desarrollo, impone un retroceso inútil ante el devenir y el cumplimiento de —y en— la vida.

Vale la pena esperar con paciencia (atributo del hombre viejo) a fin de constatar la valía de aquel proverbio de Epicuro de Samos: “No ha de ser dichoso el joven, sino el viejo que ha vivido una hermosa vida”.

*etimologias.dechile.net
**Senectud: del latín senectus derivado de senex (hombre mayor); ancianidad: del latín vulgar antiaunus (el que va delante o que es de años anteriores); vejez, de vetus: (que tiene mucha edad).

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