En las últimas fechas ha sido frecuente encontrar notas de prensa que dan cuenta de la expansión de las facultades del Ejército generalmente a expensas de las autoridades civiles, que correspondieron al Ministerio Público.
Entre los argumentos que se han ofrecido para esta transferencia, se alega que el Ministerio Público ha resultado incompetente ante el avance del crimen organizado y por supuesto, la corrupción extendida en los medios civiles.
Se arguye, también, que la energía del Ejército es reconocida y en algunos casos temida por los delincuentes.
De cualquier modo, esta transferencia de facultades va creando una situación irregular que tiende a agravarse. De una parte, las instancias policíacas civiles tienden a debilitarse y, por el contrario, las fuerzas militares van tomando un ímpetu que antes no tenían. Aquí es necesario tener en cuenta que los deseos de más poder es consustancial al ser humano.
Se antoja pensar que la cordura y la visión patriótica prevalezca en los mandos superiores del Ejército pero esa visión tendría que sufrir algún matiz respecto a los jóvenes mandos medios que han de tener, como es natural, sus propias aspiraciones.
De ser acertadas alguna o algunas de las afirmaciones anteriores, el programa de transferencia de facultades hoy civiles a los militares, deberá verse con más cuidado y menos precipitación. Que no vaya a llegar un momento en que sea tarde para el arrepentimiento. Hay que dejar que el Ejército siga siendo la institución responsable que ha sido hasta hoy.
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