La Tumba Tebana 39 del profeta Puimra, segundo sacerdote de Amón, ubicada en la zona de Assasif de la ciudad de Luxor, en la República Árabe de Egipto, ha recobrado casi en su totalidad la belleza que tuvo hace tres mil 500 años, luego de 12 temporadas de campo en las que especialistas de diversas instituciones han trabajado en la consolidación y restauración de este magnífico monumento funerario, a fin de asegurar su preservación por 100 años más.
La reciente temporada de trabajo de la misión mexicana que participa en este proyecto internacional, liderada por la Sociedad Mexicana de Egiptología y la Universidad del Valle de México, con la colaboración de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se realizó a fines del 2017.
La consolidación de muros y bóvedas con relieves policromados de las diferentes cámaras que conforman el complejo funerario, así como de la fachada, fueron parte de los trabajos de la reciente temporada de la misión mexicana, dirigida por Gabriela Arrache, lo que ha permitido conocer con mayor precisión cada detalle de la tumba y que el equipo que trabaja en la iconografía y epigrafía pueda hacer una interpretación más clara de la escritura jeroglífica y de otros elementos plasmados en dicho monumento.
La Tumba Tebana 39 es un complejo funerario que mide 18 por 18 metros y fue construida hace tres mil 500 años en honor del segundo profeta Puimra, quien tenía 16 títulos de nobleza y era un personaje destacado en el gobierno de la reina Hat Shep Sut, correspondiente a la Dinastía XVIII.
Las restauradoras Dulce María Grimaldi y Patricia Meehan, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, junto con Luis Amaro, de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), participaron en esta reciente temporada, en la que trabajaron en la estabilización de una sección de la fachada para evitar que algunos fragmentos de relieves pudieran colapsar.
Asimismo, al interior de la tumba lograron un avance importante en la ubicación de relieves y el armado de secciones completas que permiten tener una lectura más clara y continua de cada muro y no sólo por escenas, con lo que se enriquece el trabajo realizado previamente por el británico Norman de Garis Davies a principios del siglo pasado.
Durante la temporada 2017 también hubo un numeroso equipo de arquitectos restauradores, junto con quienes se avanzó en la reconstrucción de las escenas de varios muros y en el registro de las áreas con faltantes. “Nos propusimos encontrar todos los fragmentos que tenemos sueltos en cajas para reorganizarlos y poder restituirlos. Logramos un gran avance en eso”, expresaron Dulce María Grimadi y Patricia Meehan.
Las especialistas destacaron la colaboración del INAH en este proyecto internacional, en el que también ha participado la arqueóloga Angelina Macías, del mismo instituto, así como restauradores y técnicos egipcios. “Hemos retomado la experiencia de trabajos que se llevan a cabo en México para buscar soluciones a problemas que se nos presentan en un contexto lejano geográficamente pero con el que compartimos ciertas características.
Establecer la etapa final de la restauración del complejo funerario es todavía incierto, aunque dados los avances en las 12 temporadas de trabajo desarrolladas desde 2005, es posible vislumbrar que el trabajo podría concluir en tres o cuatro años más.
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