Soy un aficionado al futbol poco menos que medio. No es mucho cuanto sé de nuestro balompié. Estoy enterado de los equipos que militan en la Liga MX. Sus nombres. Sus sedes. Algo de sus antecedentes. Historia conozco de mis equipos favoritos. Los tengo. Son los Pumas, primero. No por ser egresado de la UNAM. Los he seguido desde la segunda división; en los años 50, cursaba apenas la Secundaria en mi natal Córdoba. Mi aspiración de llegar a CU era sueño. Hasta recuerdo aquella historieta (comic les dicen algunos, tebeos en España, mangas en Japón) en la que el personaje central era el Pirata Negro, jugador formidable que del anonimato saltaba a la cancha para conducir al triunfo, casi siempre, a los auriazules.
Hoy miro atento la transmisión del partido inaugural de la Copa FIFA en Sao Paulo. Finalmente asistió la presidente Dilma Rousseff. Faltaba más. La cortesía obliga. Se impone. Es la jefa de gobierno del país austral pero también la jefa de Estado. Esto es, de gobierno y de pueblo, de la nación tan entrañable para México. Tan entrañable que aquí muchos tomamos como propio aquel triunfo de la “verde amarela” en 1970. En Guadalajara, ciudad donde jugaron la fase previa a la de cuartos, se recuerda con afecto a los campeones de entonces.
El partido inaugural me permitió asomarme a dos representaciones a las cuales nuestro seleccionado puede enfrentar con éxito en cualquier momento. También percibo que el futbol de selecciones no necesariamente representa lo mejor del mundo. En ese sentido me quedo con la competencia de equipos. Sobre todo cuando tenemos aún cercana la Champions europea, cuya final dirimieron dos equipos de la capital hispana: Real Madrid y Atlético de Madrid.
Pero, a estas alturas de la competencia, debo abordar el encuentro México-Camerún. Ganamos. Decir que esperaba que nuestro seleccionado se alzara con la victoria sería tanto como pretender que soy el descubridor de que la Tierra es redonda. Redonda no es, por cierto. Si bien una cosa es desear el triunfo y otra suponerlo posible.
Sabemos de algunos escépticos. Entre ellos no está el presidente Enrique Peña Nieto. Lo reiteró durante la inauguración del Centro de Innovación para la Categoría de Productos Horneados PepsiCo: Deseamos a nuestra Selección el mayor de los éxitos. Que estén por encima de las expectativas, que jueguen con la soltura y la capacidad que cada jugador ha probado, no sólo en el desempeño individual que cada uno tiene en distintos equipos, sino que han probado tener como equipo y esta justa les representa una gran oportunidad, un gran desafío: probar que sí podemos frente al mundo entero. Si estas palabras no representan un anhelo compartido, entonces quién sabe qué sea.
Sí, soy un aficionado al futbol poco menos que medio. Pero recuerdo mi emoción cuando México empató, con País de Gales, en Suecia, en 1958. Con gol de Jaime Belmonte. Entonces nada sabía de este deporte porque, veracruzano, era el beisbol el de mi afición. La emoción de entonces, se traslada ahora a un sentimiento compartido, con millones de seguidores del representativo de México y de los mexicanos. Prestos estaremos a celebrar los éxitos de nuestros seleccionados en el Ángel de la Independencia y en las principales plazas de la República.
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