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El oro, símbolo de poder y divinidad entre los mexicas

En el libro Los señores del oro. Producción, circulación y consumo de oro entre los mexicas, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el investigador Óscar Moisés Torres Montúfar describe la importancia que tuvo el oro en la economía de dicha sociedad, los centros de extracción y los canales de distribución, así como la interpretación ideológica que los mexicas daban al material áureo.

Mencionó que el metal llegaba a México-Tenochtitlan, vía el tributo y el comercio, y se destinaba a los altos gobernantes, como el huey tlatoani; éste mostraba su estatus portando una diadema de oro, símbolo de su nobleza y jerarquía, así como narigueras, orejeras, brazaletes y colgantes, todos ellos elaborados con este metal y con piedras y plumas preciosas.

El gran señor mexica tenía la facultad de obsequiar brazaletes y piezas de oro a los guerreros que sobresalían en batalla por su fiereza y valentía, eran premios que podían usar únicamente en ceremonias rituales o políticas, indicó el historiador de El Colegio de México.

oro azteca

Óscar Moisés Torres, comentó que estos objetos preciosos se distribuían básicamente a la élite gobernante que promovía el expansionismo mexica en Mesoamérica. Dijo que “la expansión militar potenció la capacidad de México-Tenochtitlan para adquirir este metal y piezas de y con oro, al igual que otras materias primas; obtuvo una posición hegemónica, ya que pasó a ser un centro de gravedad donde convergían tributos, mercancías, regalos, premios, botines de guerra o cualquier otro tipo de bienes auríferos”.

El huey tlatoani también utilizaba este metal para sellar alianzas y acuerdos políticos y diplomáticos. Así ocurrió a la llegada de los españoles, cuando Moctezuma Xocoyotzin remitió una gran cantidad de regalos con y de oro al ejército español y sus aliados indígenas, según lo describió uno de los conquistadores españoles, Bernal Díaz del Castillo.

Sobre la forma en que los gobernantes obtenían el oro, el autor explicó que los centros de extracción se ubicaban en la sierra de los actuales estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Ahí los pobladores acudían a la ribera de los ríos y usaban una batea para agitar el agua y la arena, y de esa forma el oro, menos denso, flotaba.

Una vez que estas poblaciones fueron conquistadas por México-Tenochtitlan, se les exigía que periódicamente suministraran materias primas, como telas de algodón, plumas preciosas y el oro (el cual podía ser en polvo, en cañutos de pluma o en barras).

Otro medio lo constituyó la red de pochtecas, quienes acudían a diferentes mercados para realizar el trueque de hachas de cobre por el metal precioso. Entre los mercados más importantes en los que se intercambiaban las piezas auríferas estaban los de Coixtlahuaca (Oaxaca) y Tepeaca (Puebla).

Una vez que el metal llegaba a la capital mexica, se distribuía en el mercado de Tlatelolco, donde había mercaderes especializados en el oro; sin embargo, una estricta regulación sobre el uso de objetos suntuarios impedía que cualquiera los pudiera adquirir.

En la capital mexica los orfebres que trabajaban el metal pudieron haber pertenecido al barrio de Yopico, donde posiblemente transmitían los saberes de su oficio de generación en generación y nadie más tenía derecho de fabricar objetos suntuarios de este material, salvo los artesanos del palacio que se albergaban en la casa de las aves y elaboraban piezas que se utilizaban en las ceremonias rituales.

Entre los orfebres mexicas, unos se especializaban en la técnica del vaciado y otros en el laminado, que fabricaban objetos a partir de golpear el metal”. Los orfebres mantenían una alianza con los amatecas y pochtecas, ya que el oro, en la mayoría de los casos, se conjuntaba con plumas preciosas.

Los objetos de oro más antiguos elaborados en Mesoamérica corresponden a la Tumba 7 de Monte Albán (1200 d.C.), y para el caso de la Cuenca de México, una referencia histórica menciona que los mexicas de Tlatelolco, entre 1372 y 1418 d.C., ya lo comerciaban; sin embargo, el trabajo de oro conocido por los tenochcas se da en la época expansionista (1440-1520 d.C.) en que se construye el gran imperio, que facilitó la llegada de materiales preciosos al centro del país.

Para la escritura de este volumen, el especialista se acercó a las fuentes históricas: crónicas de los conquistadores, frailes y funcionarios de la Corona, y los seis inventarios coloniales que consignan las piezas enviadas por los conquistadores a la metrópoli española, entre ellos la Matrícula de Tributos, el Códice Mendocino, el Códice Azoyú y las relaciones geográficas del siglo XVI.

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