Para los antiguos mexicas, el arte de gobernar requería de una educación rígida con castigos severos que incluían la pena de muerte, pues debían contar con un alto sentido de responsabilidad para regir los destinos de la sociedad.
Los hijos de los nobles aztecas, conocidos también como pipiltin, eran educados desde los seis y hasta los 15 años en el Calmécac, institución educativa en la que lejos de contar con privilegios, debían barrer, acarrear leña, participar en obras públicas y en la agricultura.
“No existía un trato especial y la única diferencia con el Telpochcalli (escuela para la gente común) estaba en el tipo de conocimiento que recibían, pero sobre todo en la rigidez”, afirmó Carlos Javier González, director del Museo del Templo Mayor (MTM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
De acuerdo con el titular del MTM, no se cuentan con datos suficientes que testimonien el desempeño de los profesores en el Calmécac, en cambio mencionó que en el Telpochcalli los maestros tenían jerarquías: los achcauhtin (el mayor) se dedicaban a la enseñanza de los jóvenes, y los telpochtlato (maestro que habla a los jóvenes) tenían la más alta autoridad dentro de esas instituciones y estaban autorizados para castigar a los alumnos.
La educación entre los mexicas ocupaba un papel preponderante, tanto así que los docentes acudían a las casas de los niños y jóvenes para invitarlos a ser parte del Calmécac o del Telpochcalli, según su estrato social.
En esas visitas los profesores exhortaban a los padres a enviar a sus hijos varones a la escuela, en tanto que las mujeres eran educadas por las madres en actividades propias del hogar.
Los pipiltin acudían al Calmécac para aprender el arte de gobernar, la disciplina militar, la lectura de los códices y los tonalamas (libros de los destinos), en los que se leía cuál sería la suerte y cómo sería la vida y el carácter de cada una de las personas, de acuerdo al día y número en el que nacían, además de que se especializaban en el conocimiento de los astros.
Dijo que “los jóvenes que estudiaban ahí no se podían comportar de manera indebida y mucho menos embriagarse, pues sí lo hacían eran castigados hasta con la pena de muerte, porque la clase gobernante era muy celosa de su papel como regidora de los destinos de la sociedad”.
El director del Museo del Templo Mayor recordó que fray Bernardino de Sahagún mencionó en sus crónicas la existencia de siete Calmécac (hileras de casas en náhuatl) dentro del recinto sagrado de Tenochtitlan y situados cerca de los templos.
Los Telpochcalli estaban distribuidos en distintos barrios de la ciudad. El dios patrono era Tezcatlipoca, deidad vinculada con la guerra, porque fundamentalmente a esos jóvenes se les educaba en el ejercicio del combate. Aunque en esas instituciones la educación también implicaba una disciplina, era menos rígida que en el Calmécac.
Comentarios Cerrados