Una mirada al barroco mexicano, selección de 40 fotografías de la artista mexicana Dolores Dahlhaus, que está expuesta en la sala de exposiciones de la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, es ejemplo de la necesidad de conservar el barroco mexicano.
La exposición es organizada por el INAH a través de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones. Está integrada por ampliaciones fotográficas a color, reunidas del archivo de Dolores Dahlhaus, fotógrafa que ha colaborado con el INAH. Realizó los catálogos del Museo del Virreinato, tres de pintura de caballete, de platería y de escultura y ha hecho algunas miniguías.
Se exhiben, por ejemplo, el santuario de Ocotlán de Tlaxcala; la Iglesia de la Enseñanza de la Ciudad de México; de Zacatecas, su Catedral y el Museo Guadalupe; el Templo de la Valenciana, de Guanajuato; y el Museo Nacional del Virreinato, de Tepozotlán. Además de la arquitectura, también seleccionaron pintura y escultura, todo dentro del ámbito del barroco.
De acuerdo a Juan Manuel Garibay, director de Museos de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH, señaló que Una mirada al barroco mexicano mostrará “que tenemos un patrimonio importantísimo, riquísimo. Que se exhiba en el aeropuerto es una excelente idea del INAH a través de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones, porque el mexicano que transita por ahí ubicará los lugares, y el extranjero tendrá una buena idea del acervo artístico que es nuestro patrimonio”.
Por su parte, María del Consuelo Maquívar, curadora de la muestra, comentó que “el arte del periodo barroco es muy rico en la ornamentación; las fachadas y los retablos de las iglesias tienen una riqueza muy interesante. Es una ornamentación que tiene un sentido iconográfico religioso. También hubo construcciones civiles barrocas extraordinarias, como el Palacio de Iturbide, la fachada de la Inquisición en el centro y el famoso Sanborns de Los Azulejos”.
“En cuanto a la arquitectura religiosa, todos los elementos ornamentales poseen un sentido iconográfico, por ejemplo, los racimos de uvas tienen que ver con la sangre de Cristo, hay espigas de trigo, hojas de acanto, granadas, que son también símbolo de la Iglesia.
Todo lo que es la ornamentación en la arquitectura religiosa siempre tendrá una simbología que está relacionada con la arquitectura cristiana, y esto perduró durante los tres siglos del Virreinato. “El barroco se dio básicamente del siglo XVII al XVIII, después no podemos hablar de arte barroco porque entró la Academia de San Carlos con toda la ideología clásica, neoclásica y se transformaron los espacios.
Todas las etapas que se van dando en el arte, en nuestra historia en general, tienen un porqué. El barroco respondió a toda una exuberancia económica que se dio sobre todo a través de la explotación minera y las haciendas, entre otros factores económicos; muchos personajes civiles inclusive mandaron construir estas obras religiosas bajo toda una espiritualidad, pues se pensaba que a través de ellas salvaban su alma”.
“El barroco ─completó la doctora en historia del arte e investigadora en la Dirección de Estudios Históricos del INAH─ hay que conservarlo y es una de las misiones del INAH, conservar y difundir nuestro patrimonio”.
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