Hechos apuntan a que estamos inmersos en una espiral descendente. Acontecimientos de orden económico, político, social, contiene la marcha del país a los objetivos propuestos. Las estimaciones de crecimiento económico se establecieron inicialmente en un 3.5 por ciento, después de sucesivos ajustes llegamos al anuncio de la Secretaría de Hacienda de que será sólo del 1.8; Banamex, llega a ubicarlo en 1.2, y analistas financieros pronostican índices que no rebasan el 2, si bien, a la fecha, tampoco bajan del 1. ¿Cuál es la causa de semejante situación? Diríamos no es una, sino la combinación de fenómenos internacionales, como la mala situación de Europa, la lenta recuperación de la economía norteamericana, nuestro principal socio comercial, la crisis en el área del Medio Oriente y el norte de África, con una excesiva precaución en el manejo del presupuesto de egresos de la federación. Se mantiene sujeto a recomendaciones de los principales organismos financieros internacionales, por no decir que fiel al Consenso de Washington, cueste lo que cueste y pésele a quien le pese, tal como se señala en el sector empresarial.
En lo político, pareciera que el Pacto por México se ha convertido en una camisa de fuerza para el régimen que se ve una vez y otra, amenazado con el retiro de alguna, o algunas de las fuerzas que lo integran. Lo cual impide imprimir una dirección y ritmo acordes a los principios y la militancia del partido en el poder. Esto sin contar con el desprestigio que con razón o sin ella, se le endosa al sistema, al sistema, no necesariamente al régimen en turno por la pretendidamente documentada corrupción, y lo peor, impunidad, de servidores públicos de los tres órdenes de gobierno y de los tres poderes. Ténganse también en cuenta los conflictos al interior de partidos protagonistas que se reflejan en la tarea legislativa, lo cual agrega incertidumbre a observadores nacionales e internacionales que influyen en el ánimo de inversionistas que buscan colocar sus capitales donde encuentren mejores condiciones
En lo social, la pobreza atávica de la mayor parte de la población nacional es caldo de cultivo para la generación de conductas antisociales y obstáculo para alcanzar los niveles de competitividad que el mundo global demanda. Por otra parte, a la beligerancia de las auto llamadas policías comunitarias, cuyas acciones llegan al extremo de “secuestrar” a elementos policiales y aún militares, se suma la actitud contestataria de maestros que repudian reformas construidas con el apoyo mayoritario, con la finalidad de que no se toquen sus intereses, no importa cuánto de ilegítimo tengan y cuanto de perturbación causen en las ciudades o vías de comunicación donde planten o por donde pasen. En este aspecto, las personas afectadas en sus vidas cotidianas alcanzan cada vez más altos niveles de exasperación y no sería extraño, que ante la ausencia de efectividad por las autoridades responsables de vigilar, de repente hubiera irrupciones de violencia que conduzcan a situaciones indeseadas.
Acaso estén dadas las condiciones para cambios en la actitud del gobierno, sistema, y en sus protagonistas, o de sus protagonistas. Un grito de ya basta parece necesario. Advertencias se escuchan en voces de legisladores, de dirigentes políticos, de ciudadanos. El tiempo de espera de resultados se agota. La confianza llega a su fin y la paciencia también.
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