Este año, al igual que los anteriores, el sureste nacional sufrió los embates de la Naturaleza. Algo común desde siempre, pero en los últimos años con mayor fuerza. Pérdidas de vidas y bienes materiales forman parte de las crónicas informativas sobre las afectaciones del ciclo pluvial anual.
De unos años a la fecha, es común decir que esos estragos son mayores por el Cambio Climático (CC). Desconozco hasta qué punto ese fenómeno sea el causante al 100 por ciento o sólo sea el chivo expiatorio de las malas políticas públicas que llevan a cabo los gobiernos federal, estatales y municipales.
Conocí el sureste nacional a mediados de la década de los años sesentas del siglo pasado. Era un auténtico edén. La economía prevaleciente era la agrícola con un incipiente desarrollo pecuario.
De pronto apareció la explotación petrolera. Se arrasaron selvas, bosques y ecosistemas locales y regionales.
Una plática casual con el ingeniero Jorge Díaz Serrano, a la sazón director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), cuando estalló el pozo petrolero Ixtoc 1, ubicado en la Sonda de Campeche, a finales de los setentas del siglo pasado, me descubrió todo el velo que encerraba la actividad petrolera.
“En todo el mundo hay petróleo, pero sólo se extrae el que significa gastar menos y venderlo bien”, me dijo.
En ese tiempo, extraer un barril de crudo costaba 60 centavos de dólar y el precio internacional se ubicaba entre los 20 a 30 dólares. Ese era el negocio.
Pero no sólo el petróleo siniestró al sureste nacional.
También lo fueron las explotaciones agropecuarias. El fracasado Plan Chontalpa, visualizado como granero nacional por el expresidente Luis Echeverría Alvarez, significó otro arponazo a las ricas tierras de esa región mexicana.
Por tradición, los campesinos minifundistas y de producción agrícola de subsistencia realizan sus cultivos mediante el ancestral sistema de tumba, roza y quema para abrir tierras a la siembra de granos básicos: maíz y frijol, en especial.
Estas parcelas, al poco tiempo, terminan en eriales y son el primer eslabón de la cadena de deforestación, cuyo fenómeno nadie conoce con precisión, pero en cifras políticas se habla de 500 mil, 600 mil ó 250 mil hectáreas perdidas, cada año, según sea la fuente denunciante o informante.
El mayor crítico de la deforestación es la organización ambientalista Greenpeace, que el año pasado borró de un solo plumazo el programa del Presidente Felipe Calderón, quien, a través de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), pretende sembrar mil millones de árboles durante su administración.
Del ese programa no se ha vuelto a hablar tan abundantemente como antes. Ahora todas las baterías se enfocan a la reunión internacional de la 16 Conferencia de las Partes Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-16), a celebrarse en Cancún, entre noviembre y diciembre entrantes.
UN IMAN, LLAMADO COP-16
El cuarto informe de gobierno que el Presidente Felipe Calderón rindió a la nación, el pasado 1 de septiembre no deja lugar a dudas en materia del CC.
El tema requirió unos cuantos renglones que dan cuenta del problema en sí más que en apuntar soluciones.
Actualmente, no existe dependencia gubernamental alguna que no hablé o proponga soluciones para ese problema. Igual pasa con empresas y organizaciones sociales.
En su reporte anual de 2009, la Convención Global del Banco Mundial para la Reducción de Riesgos ubica a México entre los países más vulnerables al CC: 15% de su territorio nacional, 68.2% de su población y 71% de su PIB están expuestos a sufrir las consecuencias adversas de este fenómeno ambiental.
Según la Secretaría del Medio Ambiente (Semarnat), México cuenta con un programa voluntario de contabilidad y reporte de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), en el que participa un importante número de empresas que han adoptado protocolos internacionales de medición.
En el 2009, se duplicó el número de organizaciones y empresas con las que el Gobierno Federal comenzó a trabajar bajo este esquema desde el 2006, lo que constituye un ejemplo claro en el ámbito de la cooperación entre el gobierno y la sociedad mexicana para hacer frente al CC, indica la Semarnat.
En la Octava Sesión Ordinaria del Consejo Mexicano de Desarrollo Rural Sustentable (CMDRS) el sector agropecuario informó que dejó de emitir 2.08 millones de toneladas de Bióxido de Carbono.
Las actividades agropecuarias del país dejaron de emitir el 10.6 por ciento de las emisiones de GEI, informó la subsecretaria de Fomento y Normatividad Ambiental de la Semarnat, Denisse Herrera Flores, en esa reunión.
Precisó que desde 2008 al primer semestre de 2010, se lograron reducir 19.5 millones de toneladas de GEI en las actividades productivas del país; la meta a 2012 es bajar 51 millones de toneladas de Bióxido de Carbono como parte de las acciones del Programa Especial de Cambio Climático (PECC).
De acuerdo con Herrera Flores, estos 51 millones de toneladas equivaldrían a sacar de circulación la totalidad del parque vehicular del Distrito Federal por 4.5 años o dejar de operar la carboeléctrica de Río Escondido, Coahuila, por cinco años.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) indicó que se han invertido alrededor de 627.8 millones de pesos, de los 690.8 millones comprometidos para programas de Modernización y Tecnificación de Unidades de Riego en el agro.
Julio Alexander Frezieres, representante de esta comisón, explicó que se han integrado a la modernización y tecnificación de las unidades de riego más 13 mil hectáreas de las 77 mil 237 que se tienen planeadas incluir.
Mientras esto sucede en el ámbito gubernamental, en el legislativo apenas se apuntan soluciones al marco jurídico para regular la sustentabilidad del país.
El senador Alberto Cárdenas presentó la iniciativa de Ley General de Cambio Climático, con la cual se busca dar certidumbre jurídica en torno al debate por la mitigación y herramientas para trabajar sobre este tema.
La iniciativa plantea ratificar el compromiso de México por un desarrollo sustentable, coordinar los esfuerzos entre gobierno y sociedad para hacer frente al CC, con una visión de largo plazo y darle certidumbre e incentivos a la iniciativa privada para participar en la mitigación de los efectos e impulsar la difusión e investigación en torno a dicho fenómeno.
Para lograrlo, detalló el legislador, es necesario realizar reformas constitucionales a diversas leyes, de las cuales destacan la de Desarrollo Sustentable, de Asistencia Social, Agraria, de Aguas Nacionales, General de Educación, Bienes Nacionales, Servicio Público de la Energía Eléctrica, y Ciencia y Tecnología.
Las evidencias de los impactos del Cambio Climático, en México.
ESTRATEGIA EMPRESARIAL
Una de las empresas más representativas de México es la cementera, y dentro de este ámbito, Cementos Mexicanos (Cemex) ocupa un lugar destacado.
Respecto al CC, Cemex notificó: “Nuestro compromiso con la responsabilidad social, guía nuestra estrategia para el desarrollo sustentable, que en esencia, es administrar un negocio eficiente y rentable y, al mismo tiempo, atender las necesidades de nuestro Ambiente y comunidades”.
CEMEX, como miembro del World Business Council for Sustainable Development (WBCSD), trabaja en colaboración con sus colegas del sector para enfrentar los retos de sustentabilidad de esta industria. “El esfuerzo se consolida con la Iniciativa de Sustentabilidad del Cemento (CSI), donde participamos activamente en las áreas clave que conforman la Agenda de Acción de la CSI: Cambio Climático, Combustibles y Materias Primas Alternas, Salud y Seguridad, Reducciones de Emisiones, Impactos Locales, Comunicación y Reporte y Reciclaje de Concreto».
ACADEMIA Y SOCIEDAD, PREOCUPADAS
El rector de la UNAM, José Narro Robles, advirtió que aunque ahora se necesita 3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) internacional para revertir el fenómeno, de no invertirse en acciones de mitigación, los costos serán incalculables.
También criticó las voces que atacan a científicos y a las evidencias que demuestran ese fenómeno, pues han provocado que incluso en Estados Unidos se haya frenado una ley en la materia, comentó.
Frente a esta situación, la sociedad muestra una visión ambivalente. Por un lado, hay preocupación por este fenómeno, pero, al mismo tiempo, poco sabe de él, hecho que origina que cualquier joven que ingresa al mercado laboral tenga en mente la compra de un auto, tal vez, como compensación a los insatisfactores que viene arrastrando desde hace décadas.
Pemex, por su parte, se mantiene atada de manos, al ser la empresa sostén del desarrollo económico del país, por lo que sus programas contra el CC son simples aspirinas para tratar el cáncer que mantiene a México cercano a la terapia intensiva.
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