Gente caminando hacia el embarcadero, remeros yendo a buscar trajineras y aparcándolas cerca de tierra para que todos suban, músicos que se preparan para hacer sonar sus trompetas a todo lo que da, floristas decorando la canoa donde San Pedro viajaría, la reina y las princesas terminándose de arreglar, el aroma a fiesta se respiraba en Tláhuac.
28 de junio, 6 de la tarde en punto. Ya está listo todo, las trajineras comienzan a desfilar por los canales de Tláhuac encabezadas por la embarcación que transporta la figura de San Pedro Apóstol, la tarde está cayendo y conforme lo hace, la gente que va en la procesión prende veladoras. Los músicos que van justo detrás de la trajinera principal, tocan sones alegres para poner ambiente; entre las personas, los más animados empiezan a echar porras al santo, los demás les corean. El recorrido no es muy largo, quizá sólo sea como un kilómetro, sin embargo, dura aproximadamente dos horas y media por dos razones: 1- Son muchas canoas que van una tras de otra, 2- Al tratar de acomodarse para desfilar, se desorganizan y quieren entrar todas a la vez; es algo irónico, pero hasta en el agua hay tráfico. Las trajineras vuelven a su punto de partida, rompen filas y hacen un hemiciclo alrededor del altar de San Pedro, que es puesto en tierra a la llegada de la trajinera principal; de inmediato, se escuchan gritos de júbilo, alabanzas, porras y silbidos. Entra la noche, lo único que los ilumina es la luna, entonces, una cadena de fuego empieza a arder detrás del altar, el reflejo del agua se torna naranja y justo cuando ese color desaparece se oye a lo lejos una explosión, enseguida, el cielo brilla, luces de tonalidades varias comienzan a caer, y así, el espectáculo se repite una y otra vez, la gente está eufórica, todos con sus veladoras en las manos se regocijan viendo los fuegos pirotécnicos. Cerca de las 9 y media de la noche, las trajineras vuelven al embarcadero a bajar a la gente, que es recibida por bandas de rock & roll regionales. Ya estando en suelo firme, los habitantes caminan un par de cuadras para llegar al centro del pueblo, la feria ya está esperando a todos, juegos, música, baile, diversión que no se acaba en toda la madrugada.
Amanece el día siguiente, 29 de junio, según el calendario litúrgico católico, la celebración de San Pedro, “el mero día” como dice la gente de por allá. En punto de las 11 de la mañana se celebra una misa en su honor, aunque en realidad, de ahí en adelante la iglesia no permanece quieta ni un minuto, conciertos de los coros regionales, bodas cuádruples y otros eventos que la gente gusta de festejar en ese día; mientras tanto, afuera los juegos siguen, los comerciantes “hacen su agosto” y la gente se la vive disfrutando. Fiesta todo el día y toda la noche, que se extiende hasta el 6 de julio y cierra con broche de oro el día 7, cuando se lleva a cabo una carrera de trajineras.
Y así, año con año, Tláhuac conmemora una tradición que desde el virreinato se celebra, no dejando a un lado que ahí por todo hacen fiesta pero sí remarcando que esta es la más importante y que estando tan cerca, no tenemos razón para perdérnosla.
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