A sus 85 años de edad, el francochileno Alejandro Jodorowsky regresa a la realización fílmica tras 23 años de ausencia y ofrece una mirada retrospectiva a su infancia mezclada con la metáfora, la poesía y la mitología.
Ello en su nueva película La danza de la realidad (2013), que se estreno hace unos días en la 56 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
Para este filme el cineasta recurre al libro homónimo de su autoría, basado en su propia historia y lo transforma en la voz personal con la que reconstruye su niñez transcurrida en Tocopilla, la ciudad costera al borde del desierto chileno.
Este realizador multifacético presenta las inconsistencias y la falta de armonía que caracterizaron su crecimiento. Padecía el autoritarismo de un padre comunista, molesto ante las condiciones de un país dominado por una dictadura militar, y al mismo tiempo, lidiaba con la sobreprotección y una relación edípica con su madre.
En este trabajo, el autor de piezas como La montaña sagrada (1973), Fando y Liz (1968) y El topo (1970), también aborda la discriminación de la que fue víctima por sus orígenes familiares judíos en un país latinoamericano. Su educación sufrió esa transición y provocó que para el joven Alejandro cada situación, circunstancia y elemento de su niñez adquiriera un importante simbolismo que hoy retoma y comparte con el espectador.
De esta forma, el director se ve en los ojos de un niño confundido, que se desvive por complacer a su padre y ganarse su aprobación, a pesar del dolor físico y emocional que esto le genera, lo que lo destinó a convertirse en un hombre al borde del abismo. Narra cómo aprendió a sacar ventaja de la soledad, para ir más allá de sus límites.
Los personajes son interpretados por sus familiares más cercanos, entre ellos sus hijos, Brontis Jodorowsky, quien hace el papel del padre de Alejandro (Jaime), y Adán Jodorowsky en el papel de un comunista radical. El resto del reparto está encabezado por él, quien se interpreta a sí mismo a la edad que tiene ahora y comparte el papel con Jeremías Herskovits, en su niñez; Pamela Flores en el papel de Sara, Bastián Bodenhöfer como Carlos Ibañez y Andrés Cox como don Aquiles, entre otros.
En este material, nuevamente Jodorowsky ofrece personajes extremadamente simbólicos, producto de su fantasía mágica como diablos, brujas, magos, payasos y hasta la propia muerte interpreta un papel. Seres sombríos, con los que trata de extinguir sus demonios personales.
Se trata de un filme en el que el mismo director ha reconocido que no le interesa ganar dinero, sino que es consciente de que lo perderá. Y cuya finalidad es únicamente la reflexión personal, la de su familia y la del espectador.
Si bien la película ha sido aceptada por la crítica y los festivales, también ha recibido malas calificaciones entre la prensa internacional, pues se trata de un director cuyos metrajes siempre generan opiniones totalmente encontradas y contundentes.
Lo que sí se puede afirmar es que se trata de un trabajo sincero y coherente, acorde con la actualidad de Jodorowsky, quien sin dejar de lado una cinematografía característica de él, se adentra más a la reflexión y a la psicomagia. Actividades a las que ha dedicado los últimos años de su vida y que le han ganado un gran número de seguidores en las redes sociales y que, cabe mencionar, donaron recursos para la realización del filme.
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