En las faldas de un macizo al norte del estado de Guerrero, en el sureste del país, muy cerca del poblado de Oxtotitlán, se ubica un monolito-altar que simboliza una montaña sagrada, desde donde emerge y mora un jaguar bicéfalo descarnado que representa el espacio divino.
El arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ofreció detalles de la piedra e indicó que se trata del mismo altar que en 1946 registró el arqueólogo Hugo Moedano Koer: un monolito que mide 4 metros de longitud por 3.50 m de ancho y 1.50 m de espesor. La pieza fue tallada en el afloramiento natural de una roca metamórfica, durante el Epiclásico (750-850 d.C.).
La comunidad la llama “La piedra de las calaveras” y se sitúa sobre el margen izquierdo del arroyo de temporal “La Barranca”, aproximadamente a un kilómetro al oriente de la comunidad de Emiliano Zapata, en el municipio de Apaxtla de Castrejón, muy cerca de la población de Oxtotitlán, en la región norte de Guerrero.
Más que tratarse del plano de un centro ceremonial o de una copia fiel del paisaje, la piedra mapa representa el espacio sagrado con una imponente y agreste montaña con numerosas cuevas, como la del “Diablo”, además de abrigos rocosos, acantilados y restos arqueológicos ubicados en las laderas que lo conforman.
“La piedra tiene grabado al jaguar dual. Una sección del monolito lo denota en posición de acecho, dispuesto a saltar; la otra parte da la impresión de estar sentado, vigilando hacia el horizonte”.
Ambos cuerpos robustos, de cabezas grandes y ovaladas, miran hacia direcciones opuestas. Los rostros descarnados muestran las órbitas oculares, y sus hocicos abiertos, con sus lenguas expuestas, tienen en la superficie líneas onduladas alusivas a corrientes de agua. En la parte superior de la cabeza están sus cortas y redondeadas orejas.
Los antiguos mesoamericanos vinculaban a este felino con la guerra, la oscuridad, el inframundo, la fertilidad de la tierra, incluso se pensaba que era el corazón de la montaña. El jaguar está asociado al sitio arqueológico de Oxtotitlán. Éste cuenta con palacios, montículos, cancha de juego de pelota y una gran cueva en lo alto, con pintura rupestre.
Esta piedra mapa, que es una especie de maqueta, muestra templos circulares y terrazas, y en el centro del monolito se aprecian evidencias de cuatro juegos de pelota, que se ligaban intrínsecamente en la cosmovisión mesoamericana, “aunado al culto al jaguar, con el sacrificio humano y, por consecuencia, con la fertilidad de los campos agrícolas”.
En la época prehispánica, era común que se tallaran estas piedras mapas en las que se llevaban a cabo actividades rituales, como en Santa Cruz Acalpixca, Xochimilco, donde se localizó una roca labrada que incluye representaciones de escalinatas, puntos, caminos y corrientes de agua, templos y habitaciones; lo mismo pasa en Plazuelas y el Cobre, Guanajuato, que en Panindícuaro, Michoacán, donde se hallan afloramientos rocosos con réplicas en miniaturas de conjuntos arquitectónicos.
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