El 29 de diciembre de 1909, el cañonero mexicano “Guerrero”, al mando del capitán de fragata, Hilario Rodríguez Malpica, llegó al puerto de Corinto, Nicaragua, para que trajera a México al derrocado Presidente de dicho país, José Sanos Zelaya. Sobre el depuesto mandatario pesaba la amenaza de que una flota norteamericana, al mando del almirante Kimbal, se lo llevaría a territorio norteamericano para juzgarlo por delitos de “lesa humanidad”.
Este episodio, de significado trascendente en el campo de las relaciones internacionales de México con los países de Iberoamérica, es prácticamente desconocido, no obstante que ha transcurrido un siglo de esos sucesos.
Se trata de un hecho inédito que se recuerda ahora que el presidente de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, derrocado del mando con golpe de Estado, además de tener el reconocimiento de nuestro país como el gobernante constitucional, recibió invitación del Presidente Calderón para visitar nuestro país, en un gesto de buena voluntad.
La historia tiene caminos que se entrecruzan a través del tiempo. Hace un siglo, en 1909, el entonces presidente de México, Héroe del Dos de Abril, de la Carbonera, de la Hacienda de San Lorenzo, participante en la Batalla del 5 de Mayo y vencedor definitivo de los invasores franceses, Porfirio Díaz, recibió una solicitud de ayuda del presidente José Santos Zelaya, para que se le asilara en nuestro país.
Una “revolución” encabezada por Juan J. Estrada y Chamorro echó del poder al general José Santos Zelaya. Los hechos se pusieron imposibles de arreglar para el presidente de Nicaragua, porque desde 1906, dos individuos Canon y Groce, entraron a Nicaragüense para ayudar a la revuelta contra Zelaya. Informaciones de la época dicen que los dos sujetos calificados de terroristas, “fueron sorprendidos con bombas cuando intentaban volar el barco “Diamante” con 500 soldados nicaragüenses a bordo. A los dos se les procesó y ejecutó”.
Esto motivó una protesta del Departamento de Estado. La revuelta se generalizó en Nicaragua y José Santos Zelaya cayó del poder. Porfirio Díaz decidió proteger a Zelaya, trasladarlo y darle asilo en nuestro país. Estimó que la captura y conducción del gobernante para ser juzgado en EU, “constituiría un funesto precedente para Iberoamérica.
Las relaciones diplomáticas y económicas entre México y Nicaragua, en aquel entonces, comprendía la realización de varios proyectos, como el que se refiere al plan para construir un canal entre el Pacífico y el Atlántico, competidor del de Panamá, entonces de reciente funcionamiento.
Ese rescate del general José Santos Zelaya que ahora evocamos con motivo del golpe que sacó del poder al presidente de Honduras, Manuel Zelaya Rosales -, le dio prestigio a nuestro país en el ámbito de la diplomacia y las relaciones exteriores en general, cuyos principios se plasmaron en la Doctrina Estrada de no Intervención y Autodeterminación de los Pueblos y en la solución pacífica de los conflictos entre las naciones, lo cual comprende postulados que empezaron a dibujarse con perfiles definitivos, desde la época de Isidro Fabela -1882-1864-, como internacionalista que dio renombre a la posición del Presidente Venustiano Carranza, a nivel de relaciones con el extranjero en aquellos difíciles momentos que sufría México.
Hay una línea claramente definida en la actitud hospitalaria y fraternal de México en el año 1909, cuando el presidente de México, Porfirio Díaz, otorgó protección al presidente José Santos Zelaya, de Nicaragua y los acontecimientos del año 2009, un siglo después, cuando el presidente de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, fue arrojado del poder por lo que se califica como golpe de Estado.
La fuerza en política internacional de los países de América del Caribe, al igual que con el resto del mundo, son la razón y la ley. En el marco de las circunstancias de cada caso y a un siglo de distancia, el presidente de México, Porfirio Díaz –1909 -, y el Presidente Felipe Calderón –2009 -, al mantener su reconocimiento al presidente Manuel Zelaya y la hospitalidad brindada para la visitar a nuestro país, son fieles intérpretes del pueblo de México, fraternal y hospitalario con sus países hermanos.
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