Rusia es el país sede, elegido por la FIFA, para la celebración de la Copa mundial de futbol 2018. Pero ahora, como una de las consecuencias del avión de Malaysia Airlines, supuestamente derribado por separatistas ucranianos, voces se expresan porque ese evento deportivo le sea retirado a la nación euroasiática.
El viceprimer ministro de Gran Bretaña, Nick Olegg y el alemán Michael Fuchs, vicepresidente de la bancada de la Unión Cristiano Demócrata, a la cual pertenece Ángela Merkel, más personas y grupos holandeses, país de víctimas de la tragedia aérea, coinciden en el propósito de quitar a Vladimir Putin la Copa, a él, no a la nación. Suponen que el certamen sería en beneficio del presidente ruso de la misma manera que le atribuyen la responsabilidad del atentado; igualmente suposición en tanto las investigaciones del caso no han concluido.
Aspiración del movimiento deportivo mundial es mantenerlo ajeno a cuestiones de índole política, geopolítica. Pero queda en eso, en aspiración. En los hechos esos temas no dejan de estar presentes los cuales, desde una perspectiva estrictamente deportiva, siempre carecerán de legitimidad.
Ha ocurrido. Sobre todo en el ámbito olímpico. Vienen a nuestra memoria los boicots a los juegos olímpicos de Moscú 1980 y a los de Los Ángeles 1984. El primero por la intervención soviética (eran tiempos de la URSS), en Afganistán, y el segundo por un pretexto cualquiera. Se decía que falta de garantía suficiente de seguridad a delegaciones deportivas. Particularmente a la representativa de la socialista Rusia. El boicot a Moscú, promovido por Estados Unidos, no iba a quedar sin respuesta. Ha habido otras expresiones de carácter político y de conflictos sociales, hasta terroristas en esos eventos. El más doloroso, el ocurrido en Munich en la Olimpiada de 1972. Terroristas secuestraron y asesinaron a competidores israelíes.
Bueno, ahora un conflicto de origen geopolítico se planta en la ruta a Rusia 2018, mientras otro de carácter ético se asoma a Qatar 2022. Cuestionamientos éticos hubo en Sudáfrica 2010. ¿Se quitaría la sede a la Federación Rusa? Cualquier cosa puede ocurrir en el marco de crecientes luchas por el poder económico-financiero, y sus componentes, del Siglo XXI. Agrupamientos de naciones habrán de ser protagonistas en decisiones que afectan a lo deportivo. Si Alemania y Gran Bretaña encabezan a países de la Unión Europea en busca de un cambio de la sede mundialista 2018, a los que se agregarían Estados Unidos y seguidores, Rusia y socios del BRICS (Brasil, India, China y Sudáfrica), de influencia en aumento, harán lo propio en defensa de lo ya establecido.
La decisión será tomada por la Federación Internacional de Futbol Asociación, FIFA. Organismo integrado por la representación de las federaciones nacionales de futbol, personificadas por directivos vinculados, unos más, otros menos, con sus gobiernos, gobiernos que no necesariamente responden a los intereses de sus pueblos sino a élites dominantes.
En lo personal creo que Rusia conservará la sede de la Copa FIFA 2018.
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