Del asesinato del general Francisco Villa, ocurrido el 20 de julio de 1923 en la ciudad de Parral, Chihuahua, ha quedado como evidencia histórica un saco de lino donado por su segunda esposa, Austreberta Rentería, a mediados de los años sesenta del siglo XX, resguardado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Proveniente de la colección del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, la prenda llegó a la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) en julio del año pasado para ser atendida por un grupo de estudiantes de tercer semestre de licenciatura del Seminario Taller de Conservación y Restauración de Materiales Textiles, donde en fechas recientes han estado trabajando con obras históricas que presentan marcas de sangre.
El saco de Francisco Villa presenta once orificios y no expone a simple vista las huellas de sangre que provocaron las heridas. Para indagar las causas de este hecho y determinar los procesos metodológicos que debían seguirse en la preservación de este bien cultural, las especialistas en formación Mónica Pinillos, Cecilia Colín y Andrea Ortiz, dirigidas por la restauradora Lorena Román, realizaron un estudio del contexto histórico.
La investigadora indicó que “hay cierto tipo de piezas que no se lavan, no se planchan o prácticamente no se cosen, porque algunas obras no se pueden tocar debido a que son fuente primaria de un acontecimiento histórico, como es el caso del saco del general Villa”.
Después del estudio histórico, las estudiantes identificaron la materia prima y la técnica de factura. Con la elaboración de un patronaje, emprendieron la confección de la prenda y detectaron el grado de deterioro que habría de atenderse. Este proceso concluyó con el dictamen de conservación.
El saco que Francisco Villa vestía el día de su asesinato estaba hecho a la medida, con el estilo propio de su dueño y de lino color marfil, tejido ligero con el que se confeccionaban algunas vestimentas para climas cálidos como el de Chihuahua.
El material de composición se encontró estable, pero fue necesario coser el extremo de la manga izquierda, cortada para extraer la prenda del cuerpo en el lecho de muerte, con el propósito de detener la pérdida de hilos.
Para evitar el exceso de manipulación que afectara al textil, se propuso diseñar un maniquí exclusivo que permitiera las labores de costura y apoyara a una mejor lectura de la serie de balazos que dan valor histórico al objeto y comprender la constitución física del personaje.
El maniquí fue construido sobre un modelo de menores dimensiones al que se le aplicaron capas de espuma de polietileno (ethafoam), moldeado por las estudiantes como si se tratara de una escultura. De este modo, el saco quedó fijado de manera exacta al maniquí; el montaje puede servir para la exhibición y para su resguardo, sugirieron las estudiantes.
No obstante, las costuras y el montaje de la pieza son totalmente reversibles, explicó Lorena Román, dado que la propuesta de preservación considera la posibilidad de que en el futuro el desarrollo de nuevas técnicas y materiales requieran volver a tener la obra en su estado original.
INTERROGANTES HISTÓRICAS QUE RODEAN LA PRENDA
La investigación condujo a las estudiantes de la ENCRyM a plantear dos hipótesis. En primer lugar, la falta de huellas de sangre hace suponer que Austreberta Rentería, a quien se le entregó la prenda después del evento, pudo haberla lavado. Hasta el momento, las pruebas de laboratorio han sido insuficientes para detectar este componente; no obstante, las arrugas más significativas se removieron sin aplicar calor directo que pudiera despolimerizar las proteínas que contiene la sangre, con el fin de someterla en el futuro a otro tipo de análisis.
La segunda hipótesis es relativa al proyectil que hirió el corazón de Villa. El hecho de que su rastro no se encontró hace suponer que el general llevaba abierto el saco en el momento del atentado. Este aspecto permitió determinar que se trata de un saco y no de una camisa, como se pensaba.
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