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Qué hacer tras el estrés de un sismo

Después de haber vivido los sismos que ha padecido México, muchos de sus habitantes padecen de miedo, ansiedad, angustia, estrés e incluso tristeza. Esos sentimientos conllevan a que las personas tengan la necesidad de sentirse acompañados y de acompañar al otro.

Desde el punto de vista neuroquímico, el cuerpo libera oxitocina, una hormona que brinda satisfacción, en un proceso en el que también intervienen las neuronas llamadas espejo que contribuyen a que se entiende como el dolor de otras personas, a tranquilizarse y hacer que los otros se sientan comprendidos.

“En la medida en que empezamos a sentirnos estresados y este estrés común nos genera ansiedad, depresión y tristeza, la única manera de liberarnos y es algo hermoso en contraparte de esta terrible tragedia, es que nos sentimos capaces de ayudar cuando estamos bien”, comparte el doctor Eduardo Calixto, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM) ubicado en la Ciudad de México (CDMX).

El especialista en neurociencias detalla que en crisis de este tipo, cuando más solos nos sentimos y más agraviados estamos, buscamos a otras personas que nos puedan ayudar y esto genera, a su vez, un principio de protección de la especie.

Añadió que esta situación biológica nos condiciona a ayudarnos, y a ello se suma el aspecto psicológico que nos ha dado el aprendizaje de comportarnos de cierta manera. Explica que esta sensación está presente en la capital del país porque 95 por ciento de la población sintió el temblor, y que se sumará a la experiencia que se sumará a su vida.

“Un niño aprende el miedo de ver a los demás con miedo, y hace una asociación del evento en sí con la proyección que le representan los que están a su alrededor. Cuando vamos creciendo y viendo la magnitud de lo que nos representa, esto se hace más intenso. A partir de los 13 años, este proceso representa una amenaza importante para la vida misma y hace que uno tenga el principio de huida”, dijo.

De acuerdo con el especialista, ante situaciones como esta se debe explicar abiertamente a los más pequeños lo que sucede, que se está frente a una situación con problemas y que implica ser solidarios.  “Hay que enseñarles a abrazar y tocar, es importante que abracemos al niño para que con ello, su cerebro pueda disminuir la angustia, la ansiedad y el miedo. El abrazo, un beso o la suavidad de una palabra”.

En el caso de los adultos, se recomienda hablar tantas veces como sea necesario de la situación, al tiempo de mantenerse informados, pues el desconocimiento aterra. “Saber qué está pasando —aun en la crisis más fuerte— disminuye la tensión y es algo muy interesante porque entre menos sepamos, la vulnerabilidad del humano se aprecia más”, abundó.

Acerca de Juan Carlos Machorro

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