General

Realiza INAH trabajos de conservación en osamenta atribuida a Sor Juana Inés de la Cruz

Luego de que especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) consolidaran cerca de 200 huesos que se conservan de la osamenta atribuida a la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz, los restos de la escritora novohispana volverán a reposar en el Ex Templo de San Jerónimo, ello en el marco de su 320 aniversario luctuoso.

La ocasión también sirvió para rendir homenaje póstumo a los antropólogos del INAH, Arturo Romano Pacheco y María Teresa Jaén, quienes identificaron la osamenta de la Fénix de América.

Al respecto, Josefina Bautista, antropóloga física del INAH, explicó que la atención de los restos óseos estuvo apoyada por cuatro colegas más y por la restauradora perito Luisa María Mainou, adscrita a la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural de esta institución.

sor juana

En conferencia de prensa, realizada para dar a conocer el programa conmemorativo por el 320 aniversario luctuoso de Sor Juana, Josefina Bautista dijo que el análisis llevado a cabo sobre los restos atribuidos a Sor Juana, los otroras investigadores hicieron una labor excepcional, además de que dejaron casi listo el catálogo completo de los entierros de monjas descubiertos en los años 70 en el Ex Convento de San Jerónimo, en el centro de la Ciudad de México.

En 1978, ambos expertos registraron un entierro en el coro bajo de esta antigua iglesia, el número 26. Más tarde, los resultados de los análisis antropofísicos y otros elementos asociados como un medallón y un holgado rosario, como los que se observan en el retrato que hiciera Miguel Cabrera de Sor Juana, permitieron adjudicar el menudo esqueleto con el de la religiosa.

Mencionó que “ellos, Arturo Romano y Teresa Jaén, además de la excavación de este entierro, se dieron a la tarea de limpiarlo, restaurarlo, analizarlo desde el punto de vista antropofísico y redactar el informe técnico académico que también se vio reflejado en un libro”.

Añadió que sus conocimientos les permitieron, con base en los restos del cráneo del esqueleto atribuido a Sor Juana, hacer una aproximación facial a través de dibujos, que era la técnica en boga. Lograron un acercamiento muy preciso, porque los puntos métricos importantes para la aproximación los pudo conjuntar comparando el retrato de la poeta con el dibujo del cráneo”.

La reciente intervención de la osamenta que se halla casi completa (salvo algunos huesos faltantes de las manos, de los pies y un par de vértebras) implicó tres semanas, y consistió en una limpieza en seco, un proceso de remineralización y consolidación de las piezas óseas, y la reintegración de algunos fragmentos. Finalmente se propuso colocar el esqueleto sobre una base de acrílico en decúbito dorsal (sobre la espalda) con las extremidades extendidas.

Sobre un ataúd de caoba se colocará a su vez el extenso rosario con que se acompañó el cuerpo de Sor Juana, éste también descansará sobre una lámina de acrílico. Al respecto, la restauradora perito Luisa María Mainou destacó que 30 por ciento de las cuentas de semillas de palma con que fue elaborado tuvieron un grado de afectación por la putrefacción cadavérica.

Detalló que 126 cuentas del rosario son originales y 54 se tuvieron que reproducir con base en cuatro moldes sacados de las piezas originales. En total, 280 cuentas que lograban una extensión de 2.80 metros y un peso de 276.50 gramos. Trece cuentas formaban una cruz, las 16 que son más grandes corresponden a los misterios y 150 al rezo de las aves marías.

Explicó que la cruz se armó de la forma original con que fue confeccionada. A través de análisis de microscopía electrónica de barrido y de MS (espectrometría de masas), se determinó que la cruz estaba armada con un hilo de plata y que las cuentas tenían capuchones también de plata. Todo el rosario se engarzó con hilo de seda”.

De esta manera, los restos mortales atribuidos a Sor Juana, una mujer que de acuerdo con los estudios fue de complexión menuda, una criolla de rasgos finos, de no más de 1.58 centímetros y que debió de morir entre los 38 y 48 años, reposarán tal y como la monja jerónima dispuso en su testamento.

Primeramente, ofrezco mi ánima, cuerpo y vida a Dios Nuestro Señor, que la creyó y redimió con su preciosa sangre; y cuando su Divina Majestad fuere servido de llevarme, quiero ser sepultada en la parte y lugar que se acostumbra sepultar a las religiosas profesas, que lo han sido de este dicho convento”.

Acerca de Juan Carlos Machorro

El autor no ha proporcionado ninguna información.

Comentarios Cerrados

Los comentarios están cerrados. No podrás dejar un comentario en esta entrada.