Diversas organizaciones campesinas denunciaron que en lo que va de este sexenio, se ha una gran alza de precios de diversos productos de la canasta básica y de los que más consume la población mexicana, impactando en la capacidad adquisitiva de las familias mexicanas, más aun en las que tienen un ingreso de un salario mínimo, de 2,130 pesos al mes, como sucede con un alto porcentaje de mexicanos.
Entre el último año del gobierno de Calderón y los dos años y meses del gobierno de Enrique Peña Nieto, los precios de algunos productos, como por ejemplo, de la pechuga de pollo, reportan un aumento de hasta 180%, el camarón hasta un 46% y la carne de res ha presentado aumentos de hasta un 85.3%. Otro ejemplo de los aumentos desmedidos en los productos alimenticios, es que por segundo año consecutivo el precio del huevo se disparó llegando a venderse hasta en 40.00 pesos el kilogramo, después de que en marzo de 2012 se vendía en 14.00 pesos el kilo.
En contraste, en el mismo período el salario mínimo creció sólo 10.7%, lo que deja en desventaja a las familias con respecto a los precios de productos muy importantes. Por ejemplo, el aumento del huevo equivale a 17 veces el incremento del salario mínimo; el del jitomate, 14 veces; la pechuga de pollo 16 veces; la chuleta de res 7 veces y en el caso del fue 4 veces el incremento observado en el salario mínimo. Suponiendo que una familia tuviera necesidad de comprar al mismo tiempo un kilogramo de cada uno de estos productos, en 2012 le habrían costado en conjunto 215 pesos y habría necesitado 3.4 salarios mínimos; ahora, en 2015, le costarían 402 pesos, por lo que requeriría 5.7 salarios mínimos.
Eso sucede a pesar de que la devaluación del peso no impacta directamente en los costos y la oferta de estos bienes, porque en su mayor parte dependen de oferta interna.
Diversos estudios del Banco de México han concluido que las devaluaciones no se trasladan a los precios. Sin embargo, eso es inevitable debido a la aplicación de una política de estabilización que se basó en la contención de precios internos mediante importaciones. Así, lo que demostraban esos estudios es que las variaciones en la paridad no repercutían en los precios internos, sobre todo por las condiciones de gran liquidez de divisas, cuando las devaluaciones eran coyunturales.
Aunque las causas de las devaluaciones en México siempre son estructurales, en esta ocasión el cambio en la paridad no se desarrolla a partir de una coyuntura, sino por un conjunto de factores: la caída en la producción y de los precios del petróleo; la creciente posibilidad de una alza de tasas en los mercados internacionales y, la gran dependencia de la política económica con respecto del ingreso de divisas. Esto significa que la debilidad del peso podría ser más prolongada y será inevitable su efecto sobre los precios internos.
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