Los seres humanos se han desplazado históricamente a lugares que relacionan con la presencia de lo divino, y no fue hasta finales del siglo XIX que el turismo religioso fue reconocido como actividad económica. En el caso de México, el potencial es alto, dado el número de recintos religiosos que tiene, pero está desperdiciado a falta de una estrategia, señaló el doctor Enrique Propin Frejomil del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Propin Frejomil explicó que de manera general el turismo religioso tiene impacto a nivel ambiental, económico y social, y con excepción de la cantidad de basura que se genera o la transformación de los lugares de manera negativa, el efecto de este tipo de turismo es positivo, ya que conlleva el contacto entre sociedades, culturas e identidades religiosas diferentes; además de que incentiva la derrama económica al generar empleos indirectos.
Quienes visitan un santuario movidos por el culto a una imagen realizan desplazamientos de larga distancia, en el caso de México los turistas que provienen de países en donde existen una gran cantidad de santuarios religiosos (italianos, alemanes, polacos) que acuden a la Basílica de Guadalupe, ubicada en la Ciudad de México, cada 12 de diciembre, lo hacen ya sea porque creen en la Virgen de Guadalupe o porque están interesados en las expresiones de religiosidad asociadas a este culto.
La Oficina Española de Turismo en Roma anunció en el 2007 que la Basílica de Guadalupe se posicionó entre los diez lugares marianos (en los que se ha manifestado la aparición de la Virgen María) más visitados en el mundo y se ha mantenido en el primer lugar con cerca de 20 millones de visitantes al año. “Esto aunado al culto nacional en torno a la Virgen de Guadalupe, incide en la movilidad poblacional hacia el santuario, no solo de peregrinaciones, sino de turistas nacionales y extranjeros motivados por la fe, la cultura o la curiosidad”.
En el caso de cuando un turista acude a un destino de sol y playa, se debe tomar en cuenta que en ocasiones aprovecha para visitar un sitio religioso. De ahí la dificultad de calcular cuántos visitantes de un santuario están motivados únicamente por la fe.
Al respecto de por qué estudiar este tema desde la perspectiva geográfica, el investigador dijo se debe a que el turismo religioso implica movilidad de personas en el espacio geográfico y es necesario estudiar las características específicas de la localidad y de los recintos religiosos.
Lo anterior porque a estos lugares potencialmente pueden acudir una gran cantidad de personas, por lo que hay que habilitarlos para dicho fin, así como facilitar las vías de transporte hacia ellos. En especial cuando las localidades se transforman, tal como ocurrió en el Santuario de Lourdes en Francia, el de Fátima en Portugal o lo que está sucediendo en México en Santa Ana de Guadalupe en la región de Los Altos de Jalisco, lugar que por una devoción extendida geográficamente se está transformando.
“Se trata de un culto que emergió con fuerza después del año 2000 cuando Santo Toribio Romo, que era oriundo del lugar donde yace su santuario, fue canonizado. Santo Toribio Romo fue uno de los sacerdotes martirizados durante el enfrentamiento cristero y el culto en torno a él tiene un área de influencia devocional que se expande hacia el territorio de Estados Unidos, principalmente California; ya que sus milagros son transmitidos por los migrantes alteños en ese país”.
Los lugares sagrados con magnetismo espiritual, mencionó, son aquellos en donde se documentan apariciones; en los que se presenta la transformación de una imagen elaborada por seres humanos (la estatua llora, reacciona o ha cambiado de color); y los que están relacionados con tierra santa, señalados en la Biblia”.
En el caso de México, continuó Enrique Propin Frejomil, “de los más de 10 000 recintos registrados en el último directorio nacional de la Iglesia Católica Mexicana, pudimos documentar 98 que se distinguen por su magnetismo espiritual y su carácter identitario, aunque la movilidad se concentra en un conjunto de entre 10 y15 que son los más conocidos, algunos de ellos son los dedicados a la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo en la Ciudad de México, Nuestro Señor de Chalma en el estado de México, la Virgen de Zapopan y Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en Jalisco, y el Santo Niño de Atocha en Zacatecas”.
El investigador, que ha estudiado el impacto regional del turismo religioso-católico en México, también identificó la existencia de un modelo común para este tipo de turismo, el Santuario de Lourdes fue uno de los más visitados del mundo, el hecho sobrenatural fue la aparición de la virgen que dejó un manantial de agua santa, ese mismo modelo existe en México, es el caso de la Basílica de Ocotlán, ubicado en Tlaxcala, en donde la Virgen se apareció en varias ocasiones y dejó como regalo un manantial de Agua Santa.
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