¿Qué representa un narcotraficante? Significa el gran mal. Es la fuente de la destrucción personal y del entorno familiar. Es una plaga que arrasa con todo. Con el dinero y la salud del consumidor. Su acción se finca en la violencia, la tortura y el crimen. Es una plaga que altera la vida cotidiana y próspera de la comunidad. Un narcotraficante es devastador.
Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, es un ejemplo de esas especies destructoras. Se cuentan por miles las personas que asesinó, con sus huestes criminales, ensangrentó el país. Sembró el terror. Es de una de las bandas crueles y sangrientas. Lleno de vicio a miles de jóvenes. Los destruyó y los enroló a las bandas de la delincuencia. Miles terminaron hospitalizados por adictos. Empezaron como juego.
No hay adjetivos que describan la ruindad. De las drogas, desde marihuana, cocaína, morfina y químicas, han hecho un mundo de drogadictos. Adictos que un día ya no pueden pagar y entran al mundo del delito, del robo, hasta sumarse en esos grupos criminales.
Un narcotraficante vive llenando de vicio a los demás. Llenando de adictos los hospitales. Un narcotraficante engendra bandas de delincuentes. De secuestradores. De asaltantes. Despoja de sus ahorros, de sus bienes, al drogadicto y destroza el plan de vida familiar.
No alteran los ecosistemas; pero si alteran y dañan el modus viviendi, de la sociedad. Son la plaga del gran mal.
Eso ha sido Joaquín Guzmán “El Chapo”. Inverosímil hay voces diciendo que el mal no termina encarcelándolo. Hay gente que duda de la acción del gobierno. Así, es el mundo, de todo hay. Hoy el Gobierno de Enrique Peña Nieto ha dado un fuerte golpe a la delincuencia. Y como dijo el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, “los delincuentes deben estar en la cárcel”. No hay que desmayar. Es por salud. Por bien de la sociedad.
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