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Violencia electoral

“El 31 de mayo de 1913, del puerto de Veracruz zarpa el buque alemán ‘Ipiranga’ con destino a Francia, a bordo el ex presidente de la República mexicana por más de 33 años, Porfirio Díaz Mori. Se dice que al alejarse y contemplar a las gentes que se concentraron en el muelle del puerto para despedirlo y contemplar la extensa costa al avance del buque, externó con gran dolor y nostalgia: ‘Adiós patria querida, no vayan a despertar al México bronco’ ” (http://lider50.blogspot.mx/2013/03/esta-despertando-el-mexico-bronco.htm). No despierten al México bronco, insistiría Jesús Reyes Heroles.

La pregunta es: ¿Alguna vez el México bronco ha estado dormido?

Tragedia nacional ha sido la violencia. Consumada la independencia surgió la disputa entre republicanos y monárquicos. Siguió la lucha entre federalistas y centralistas. Después entre conservadores y liberales. Esto en nuestro primer siglo de vida independiente.

Cumplida la primera década del siglo XX ocurriría el movimiento revolucionario. Porfirio Díaz, el héroe del 2 de Abril en Puebla, el de la no reelección del Plan de Tuxtepec, dejaría el poder después de 30 años de ejercerlo. Asume la presidencia Francisco I. Madero, después de la transición de León de la Barra, termina traicionado, asesinado. Victoriano Huerta detenta un gobierno espurio, ese sí espurio, hasta que es derribado por el ejército constitucionalista con Venustiano Carranza al frente, quien se hace cargo del ejecutivo hasta que es victimado en Tlaxcalaltongo.

Más adelante es elegido al cargo de presidente Álvaro Obregón, después del interinato de Adolfo de la Huerta, le sigue Plutarco Elías Calles a quien debió suceder, por reelección, el divisionario sonorense, de nueva cuenta. El atentado de León Toral, en La Bombilla, lo impidió.

A partir de 1929 sigue la etapa de las instituciones, iniciada con Calles, pero no alcanzan a proveer a los mexicanos de la justicia social que la Constitución del 17 propone. Los avances son indiscutibles, pero no suficientes para lograr la nación a la que aspiramos. El país de tanta inequidad, el de 50 millones de pobres que parecieran haber perdido la esperanza de una patria mejor, continúa.

En eso estamos cuando de nueva cuenta nos enfrascamos en procesos electorales, 14, que soliviantan los ánimos. La certeza de derrotas, anticipada, altera el ánimo de protagonistas. La indeseable aparición de actos de violencia en Oaxaca, Veracruz, Durango, Chihuahua, vinculados a esos procesos, se suma a la criminalidad que nos ha agobiado en la última década.

Así, debiera haber prudencia en actores rijosos por vocación. Sus advertencias ante derrotas anunciadas enrarece el ambiente. Amenazar con retirarse de acuerdos que debieran abonar a los cambios necesarios para arribar a estadios de modernidad que conduzcan a mayor bienestar, no contribuye a la paz social. Gritar a voz en cuello que hay quien ya nos tiene “Hasta…”, hasta lo que sea, anticipa escenarios postelectorales en los cuales esa violencia podría agudizarse, y más, quedarse.

Ante la realidad, cabe preguntar, nuevamente: ¿Pero es que el México bronco estaba dormido?

Acerca de Hector Villar Barranca

El autor no ha proporcionado ninguna información.

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