Notas

AMLO

Andrés Manuel López Obrador volvió a la Cámara de Diputados, el pasado día 17. Había estado en el recinto legislativo de San Lázaro en dos ocasiones anteriores. La última, cuando se entrevistó con el presidente de la mesa directiva, el diputado César Duarte Jáquez. Y antes de eso, acudió en ocasión del desafuero, fallido. Acción con la que se pretendió eliminar al entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, de la contienda por la presidencia de la república en el 2006. Pero me desquité, diría tiempo después Vicente Fox.
En esta ocasión, acompañado por cientos de sus seguidores, fue a pedir a los representantes populares que convoquen a las fuerzas políticas y a los sectores económicos, a la celebración de un acuerdo, que permita construir un plan de emergencia que permita superar la crisis nacional. Consecuencia, ciertamente, de una crisis económica, que no financiera, generada en el mundo desarrollado.
Vaya que es oportuno el llamado. Quién podría negar la necesidad de que todos, todos, nos unamos para la realización de un esfuerzo mayor a fin de lograr la salvación nacional. Una salvación que implica, necesariamente, un cambio de modelo. Algo que las fuerzas conservadoras jamás aceptarán.
Esto de salvación nacional suena distante a quienes no viven los efectos de la crisis. Que tiene muchas caras: disminución de ingresos, pérdida de empleos, encarecimiento de bienes de consumo y de uso, acoso de instituciones financieras a deudores, alzas incontenibles en precios de combustibles y de otros insumos.
¿Quiénes no viven los efectos de la crisis? Los hay. Desde luego. Los que disfrutan de la rentabilidad de empresas sanas o saneadas, a costa de los más débiles; quienes tienen sueldos, bonos y prestaciones superiores, servicios personales y hasta familiares con cargo al erario público, seguros de gastos médicos mayores; los beneficiarios de cobertura de pérdidas financieras, debidas a sus propias responsabilidades o irresponsabilidades. Recuérdese al Fobaproa y su consecuente, el IPAB, tan bien documentado en un ensayo del propio Andrés Manuel.
Sí. Se requiere de un esfuerzo mayor. Pero, que éste corresponda al tamaño de los privilegios recibidos del sistema.
Hoy vemos, por ejemplo, que en instancias legislativas se hacen propuestas para bajar el precio de combustibles, en respuesta a demandas razonables de quienes los requieren. Claro, de inmediato aparecen quienes afirman que si se aceptara, seguirían en cascada mil y una protestas, siguiendo el modelo de acción de los transportistas, para reclamar desde asuntos como el del precio de la leche hasta nuevos acuerdos sobre productos agrícolas en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pasando por la demanda de la desaparición del IETU.
A propósito de las inconformidades sobre términos de acuerdos de libre comercio, de lo convenido bajo esas formas de globalidad, que los hay de hechura variopinta. En algunas de las naciones firmantes de cualesquiera de ellos, asoman medidas proteccionistas, bajo el argumento de que deben proteger a sus sectores productivos antes que preocuparse de cuanto ocurra extrafronteras.
No sólo en México aparecen estos fenómenos en relación al TLCAN. Entre Brasil y Argentina aparecen diferendos comerciales que auguran dificultades en el ámbito del Mercosur.
A tanto nos ha llevado la crisis cuyas manifestaciones apenas comienzan.

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