El chamanismo en las comunidades indígenas de México se ha mantenido vigente por más de 3 mil 500 años, debido a que se ha ido transformando de acuerdo con las necesidades de los distintos grupos sociales, expresaron los antropólogos Miguel A. Bartolomé y Alicia M. Barabas, coordinadores del estudio Los sueños y los días. Chamanismo y nahualismo en el México actual.
Los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) destacaron que existen evidencias arqueológicas que hacen referencia a los chamanes en figurillas, pinturas y esculturas de la tradición olmeca, es decir, que esta práctica se remonta a más de 3 mil 500 años.
Barabas destaca que esta colección de cinco volúmenes editada por el INAH, forma parte del Proyecto Etnografía de los Pueblos Indígenas de México en el Nuevo Milenio. En donde explican que el chamanismo y el nahualismo, forman parte de la tradición civilizatoria que se encuentra muy arraigada en todos los pueblos del centro y sur del país. En el caso del noreste, el nahualismo no existió porque es una tradición netamente mesoamericana.
En la mayoría de las culturas indígenas de México está presente una compleja noción cosmológica, conocida como tonalismo y nahualismo, con diferentes características cada una. Dicha concepción propone una “teoría de las almas”, en la que los seres humanos tienen una o más entidades anímicas compañeras, ya sean animales o fenómenos atmosféricos (rayos, centellas, etc., pero concebidos también como entidades anímicas) con las que nacen los individuos y serán sus co-esencias durante toda su existencia.
De acuerdo con esa teoría, todos los seres humanos poseen un tonal, una fuerza vital acompañante, pero sólo unos pocos están dotados de la capacidad de transformarse en su álter ego, lo que se conoce como nahualismo, en lengua náhuatl.
Por su parte, Bartolomé indico que los chamanes son especialistas que actúan como mediadores entre su colectividad y las entidades extrahumanas y anímicas que lo habitan, ya que el chamanismo se basa en una teoría de la comunicación entre dos mundos paralelos: uno terrenal y otro extrahumano, ya sea a través del sueño, capacidad de trance, revelaciones o el uso de sicotrópicos, y cuyo papel social más visible es el de la sanación.
Cabe destacar el caso de la Huasteca norte, donde se reporta un desarrollado complejo nahualístico vinculado con las prácticas curativas y la brujería, como herederos de viejas tradiciones prehispánicas, pero influenciados por conocimientos recientes.
En este caso se repite una constante: el sueño como medio de iniciación, de recepción del “don” y de acceso a las prácticas terapéuticas. Además de la recurrencia a objetos de poder, figuras arqueológicas, cristales-espejo, cuarzos, imágenes de santos, entre otros elementos de una parafernalia ritual, que también expresa la convivencia con el cristianismo con la infaltable advocación a los
santos.
Los estudios realizados indican que se puede considerar que los chamanes basan su práctica en el poder de sus nahuales, pero no en todos los grupos se asocia a estos especialistas con la transformación, aunque parece válido sugerir que el nahualismo constituía, y aún constituye en muchos casos, uno de los componentes específicos que otorgaba su singularidad al chamanismo
mesoamericano.
En este sentido, la finalidad de esta serie editorial del INAH “es saber qué prácticas existen todavía, porque los estudios de los últimos 30 años nos dicen una cosa, pero los grupos cambian, por lo que era necesario revisar, actualizar y profundizar en su situación de vida y en su cultura”.
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