Sicológicamente la crisis se va enraizando y el estado emocional de los mexicanos se deteriora. Es en la inseguridad pública, es en la economía y el empleo; ahora en el valor del peso ante las monedas extranjeras, como el dólar o el euro. Y el estado de ánimo del Presidente, Felipe Calderón, parece ir de la mano del estado sicológico de la ciudadanía. Se nota ante la frecuencia de sus discursos públicos y sus contradicciones.
De su bandera principal de campaña electoral, de ser “el presidente del empleo”, quedó en un ofrecimiento sin cumplir. De su ofrecimiento de volver la tranquilidad y garantizar la seguridad pública, incluso sacando al Ejército a combatir la delincuencia organizada, los resultados son trágicos para el gobierno; son más de 5 mil los muertos. Y el pasado 3 de febrero se encontraron 3 cuerpos muertos en una camioneta, atados de las manos y torturados. Entre ellos el general Mauro Enrique Tello Quiñones, militar de élite. Y el teniente Gertulio César Román.
La crisis financiera no se creó en México, fue un engendro del capitalismo estadounidense, que invadió y contaminó a Europa, a toda América y a la región de Asia también. La postura presidencial garantizaba, reiteradamente, que México estaba blindado y los efectos serían menores. El acierto de obtener un seguro, garantizando el precio del barril del petróleo en 70 dólares, para los verdaderos analistas financieros significaba la garantía del ejercicio del presupuesto público y del gasto gubernamental. Sin embargo, al transcurrir los días se ve más complicado el efecto positivo. Las desavenencias entre el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, y del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, han propiciado una incertidumbre mayor.
Hubo reforma legislativa petrolera. Culminó tras la propuesta hecha por el Presidente al Poder Legislativo. A pesar de las desavenencias de los opositores caudillescos, las fracciones legislativas lograron un consenso y crearon la reforma. El mandatario hizo varios reconocimientos públicos de la voluntad, del diálogo y de la culminación de la nueva ley energética. Y al transcurrir los días su discurso lo ha modificado; en Campeche acusó públicamente a los legisladores del PRI y del PRD de oponerse a una ley (privatizadora) para construir varias refinerías y no solamente una como lo autorizaron en la ley. Y en su mismo discurso exaltó a los partidos que lo apoyaban, obviamente el PAN y el PANAL.
De octubre de 2008 a febrero del 2009, a escasos cuatro meses, el peso que tenía un valor de 10 unidades ante el dólar; entró en una carrera de devaluación constante hasta llegar cerca de los 15 pesos. Significa una devaluación del 50 por ciento; esto implica una gravedad económica para las empresas que manejan deuda o que operan con créditos financieros.
Todo esto, no es bueno. Un presidente titubeante y rectificante de sí mismo propicia temor y la incertidumbre se acentúa. Urge la tranquilidad emocional.Sicológicamente la crisis se va enraizando y el estado emocional de los mexicanos se deteriora. Es en la inseguridad pública, es en la economía y el empleo; ahora en el valor del peso ante las monedas extranjeras, como el dólar o el euro. Y el estado de ánimo del Presidente, Felipe Calderón, parece ir de la mano del estado sicológico de la ciudadanía. Se nota ante la frecuencia de sus discursos públicos y sus contradicciones.
De su bandera principal de campaña electoral, de ser “el presidente del empleo”, quedó en un ofrecimiento sin cumplir. De su ofrecimiento de volver la tranquilidad y garantizar la seguridad pública, incluso sacando al Ejército a combatir la delincuencia organizada, los resultados son trágicos para el gobierno; son más de 5 mil los muertos. Y el pasado 3 de febrero se encontraron 3 cuerpos muertos en una camioneta, atados de las manos y torturados. Entre ellos el general Mauro Enrique Tello Quiñones, militar de élite. Y el teniente Gertulio César Román.
La crisis financiera no se creó en México, fue un engendro del capitalismo estadounidense, que invadió y contaminó a Europa, a toda América y a la región de Asia también. La postura presidencial garantizaba, reiteradamente, que México estaba blindado y los efectos serían menores. El acierto de obtener un seguro, garantizando el precio del barril del petróleo en 70 dólares, para los verdaderos analistas financieros significaba la garantía del ejercicio del presupuesto público y del gasto gubernamental. Sin embargo, al transcurrir los días se ve más complicado el efecto positivo. Las desavenencias entre el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, y del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, han propiciado una incertidumbre mayor.
Hubo reforma legislativa petrolera. Culminó tras la propuesta hecha por el Presidente al Poder Legislativo. A pesar de las desavenencias de los opositores caudillescos, las fracciones legislativas lograron un consenso y crearon la reforma. El mandatario hizo varios reconocimientos públicos de la voluntad, del diálogo y de la culminación de la nueva ley energética. Y al transcurrir los días su discurso lo ha modificado; en Campeche acusó públicamente a los legisladores del PRI y del PRD de oponerse a una ley (privatizadora) para construir varias refinerías y no solamente una como lo autorizaron en la ley. Y en su mismo discurso exaltó a los partidos que lo apoyaban, obviamente el PAN y el PANAL.
De octubre de 2008 a febrero del 2009, a escasos cuatro meses, el peso que tenía un valor de 10 unidades ante el dólar; entró en una carrera de devaluación constante hasta llegar cerca de los 15 pesos. Significa una devaluación del 50 por ciento; esto implica una gravedad económica para las empresas que manejan deuda o que operan con créditos financieros.
Todo esto, no es bueno. Un presidente titubeante y rectificante de sí mismo propicia temor y la incertidumbre se acentúa. Urge la tranquilidad emocional.
Comentarios Cerrados