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Descubren sepulcro prehispánico en Michoacán

El descubrimiento de una cámara funeraria de más de 1,000 años de antigüedad, en la Zona Arqueológica de Tingambato, en Michoacán, con el entierro de un personaje aún no identificado, acompañado de 19,000 cuentas de piedra verde, concha y huesos humanos, es uno de los resultados más sobresalientes derivados de un proyecto especial de investigación y conservación arqueológica que realiza el INAH en cinco sitios prehispánicos de esa entidad.

De acuerdo con arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), la complejidad en la arquitectura de la cámara mortuoria y la riqueza del entierro, que datan del periodo Clásico (200 a 900 d.C.), indican que se trata de los restos de un personaje de alto rango de la antigua urbe de Tingambato.

Aún no se ha podido identificar la filiación cultural del entierro, pero se infiere que, posiblemente, la cámara corresponde a la tradición funeraria de Occidente, a la que pertenecen las tumbas de tiro y las de El Opeño, aunque éstas comenzaron a construirse durante el periodo Preclásico (300 a 200 a.C.), con continuidad en un lapso del Clásico (400 a 600 d.C.).

El arqueólogo Melchor Cruz, coordinador de los trabajos de conservación e investigación en Tingambato, informó que las características de la que han denominado Tumba II y la riqueza del entierro indican que Tingambato debió tener una mayor importancia en la historia prehispánica de la región, que la dada hasta el momento, “puede tratarse de un centro rector del periodo Clásico mesoamericano, en la región central de lo que hoy es Michoacán”.

Detalló que el espacio funerario se compone de un techo de lajas trabajadas en formas angostas y alargadas, encimadas una en otra, pegadas con lodo, y colocadas en dirección contraria a las manecillas del reloj; en tanto que los muros son de piedra recubierta con un repellado elaborado con fibras vegetales. Este sepulcro se suma al descubierto en 1979 por el arqueólogo Román Piña Chan, denominado la Tumba I de Tingambato.

Melchor Cruz refirió que la cantidad de cuentas de concha que se hallaron en la cámara, hablan de posibles relaciones entre los antiguos pobladores de Tingambato con pueblos de la costa, por lo que también se advierte que fue un punto estratégico dentro de una ruta comercial hacia la Cuenca de Pátzcuaro.

“El acomodo del entierro fue toda una parafernalia: hasta arriba encontramos cientos de cuentas talladas en formas rectangulares y cuadrangulares, caracoles de dos a ocho milímetros de tamaño; algunos de estos materiales probablemente formaron collares, cubrían la osamenta humana a la altura del tórax y los brazos; debajo de los restos del individuo encontramos una cama de lajas colocadas sobre el piso de la cámara funeraria”.

Fue en julio de 2011, a través del Proyecto Especial Michoacán, que luego de tres décadas se retomaron las exploraciones en Tingambato, paralelas a trabajos de mantenimiento mayor de los antiguos edificios.

El descubrimiento se registró mientras se podaba la hierba y se buscaban vestigios de arquitectura prehispánica; un trabajador metió el pie en un hoyo hecho por una tuza y se le hundió unos 10 centímetros hasta que su zapato se topó con algo duro, para verificar de qué se trataba, el arqueólogo Melchor Cruz, introdujo la mano y tocó una piedra laja, entonces pensó que podría tratarse de una tumba.

Esta es la segunda tumba que se descubre en ese sitio. El especialista comentó que a diferencia de la cámara mortuoria hallada en 1979, ésta tiene un sistema estructural más complejo, caso de los muros de la cámara, los contrafuertes o desplantes del techo y la cubierta.

 

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