El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, señaló que el primer hibridismo en Mesoamérica es el hombre mismo. Creado a partir del maíz, según los relatos mitológicos, este hombre a su vez crea dioses gracias al desarrollo de su imaginación y su capacidad de observación de la naturaleza.
Para ejemplificar ello, proyectó imágenes de representaciones en piedra de divinidades como Quetzalcóatl, Coatlicue y el dios murciélago, para presentar un muestrario de seres híbridos que habitaron el imaginario del hombre antiguo mesoamericano.
La serpiente y el ave son la representación de la tierra y lo celeste, que se unen para dar vida a Quetzalcóatl. El dios creador de la mañana y de la tarde tiene un ámbito muy amplio en su quehacer, en el cual figura la propia creación del hombre.
Detalló que Tláloc, dios del agua y la fertilidad, era simbolizado en forma de olla o recipiente para contener semillas o el líquido vital de la matriz femenina, símbolo de creación y vida. La serpiente, que generalmente acompaña a estas representaciones, habla de la relación de Tláloc con la tierra, ámbito alusivo a la fertilidad; el color azul se refiere a lo celeste. Esta deidad podía expresar también un carácter negativo como dadora de muerte, mediante la sequía o las granizadas.
Informó lo anterior al Coloquio Internacional Híbridos. El cuerpo como imaginario, que se realizó en el Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México, bajo la organización del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Por su parte, Tatyana Franck, directora del Museo del Eliseo de Suiza, rindió homenaje al nacimiento del dadaísmo, que “hace 100 años puso en duda las tradicionales expresiones artísticas y dio paso a la proliferación de formas híbridas en el arte”.
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