El fin de semana pasado, uno de los periódicos nacionales anunció en su portada «Falta lo peor: Banco de México». ¿A qué se refería? A la situación económica. Pasó por mi mente el recuerdo de otras palabras. Del secretario de Hacienda, Agustín Carstens, «estamos blindados». Del secretario de Economía, lo siento, aún no sé cómo se llama y no tengo interés de averiguarlo: «hay que esperar a ver la forma en que la situación se refleja en el bolsillo de los mexicanos». Y de las mexicanas también. Ellas son quienes «van a la Comer. No al súper.»
La respuesta a uno y otro, del club de los optimistas, acaso esté en fenómenos ocurridos la semana pasada. Una dama, de mayor edad, fue detenida por «robo de autos». Creo que la figura delictiva, presunta, sería diferente: fraude. Compraba automóviles que pagaba con cheques de caja, supuestamente falsos.
Otra señora, de edad mayor también, se presentó ante la ventanilla de un banco con supuestos explosivos en el pecho. Amenazaba con hacerlos estallar si no se le entregaba una cantidad de dinero. Alguno de los medios encabezó: «la Ma’ Baker nacional», personaje de película.
¿Vocación delictiva de ambas? ¿Mente criminal?
No. Es mi impresión. Es una cuestión de circunstancias. De agobio ante presiones económicas, de las que desde luego no tienen «mandos superiores y medios» de las dependencias de gobierno. En los tres órdenes y de los tres poderes. Entendámonos, de los gobiernos municipal, estatal y federal y de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Hay más personas y familias que no sufren ni se acongojan. De ellos hablaremos en otra ocasión.
De agobio, de presiones de acreedores que cuentan con despachos de cobranza que no tienen empacho de hablar a cualquier hora del día y de la noche para reclamar un pago, cada vez más distante, que se ha hecho excesivo por las comisiones de las comisiones, los intereses de los intereses, de los impuestos de los impuestos.
De agobio porque ya no alcanza para comprar los medicamentes que aumentaron de precio el mes pasado y la semana pasada y el día de ayer.
De agobio porque se va a «la Comer, no al súper» la misma cantidad de dinero de hace un año, perdón, con un incremento del 5 por ciento, y no se puede comprar lo mismo.
Pero, decía, no es cuestión de vocación criminal de las damas, sino de apremio. Acaso de imitación, dirían curiosos, curiosos, no estudiosos, de un fenómeno necesariamente social. Tal vez, sea el caso de las presuntas infractoras. La intención (si se prueba en la actuación judicial) sería solamente salir del apremio. No el ejercicio de una acción delictiva. Su edad no da para ello. Ni su formación moral, que se percibe en las fotografías.
¿Recuerda usted la película Las señoritas Vivanco, protagonizada por Sara García, Prudencia Griffel y Manolo Fábregas?
No hace mucho, en comentarios con vecinos jaliscienses alguien dijo: «si se ve cómo, funcionarios de primer nivel, hacen jugosos negocios en beneficio de sus fortunas, por qué no habrían de hacer, otros, cuanto esté a su alcance para alcanzar ganancias similares. Finalmente el propósito es el mismo, tener más… mucho más».
¿Será? ¿A quién se habrá referido mi amigo? No lo sé, no llegó a mencionar nombres.
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