Unas de las tradiciones más arraigadas de las comunidades de yaquis y mayos en el norte de México es la danza de los pascolas y el venado, ritual de origen prehispánico que los misioneros jesuitas utilizaron en el siglo XVI durante su labor evangelizadora en el Norte de México, especialmente en Sonora y en Sinaloa.
El modelo misional prohibía incluir manifestaciones profanas; sin embargo, al no contar con el apoyo militar para cristianizar a más de 60 mil almas, los frailes decidieron adaptarlas a los preceptos católicos, y poco a poco se extendieron por toda la región.
La danza de los pascolas y el venado —que practicaban estas dos etnias desde hace más de tres centurias para el pedimento de lluvia— y el florecimiento del juya ania (mundo del monte) son temas que estudian especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes trabajan en la creación de un expediente con el fin de inscribir esta práctica en la Lista Indicativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.
José Luis Moctezuma, antropólogo adscrito al Centro INAH Sonora, considera que esta manifestación cultural es el único elemento identitario que comparten los grupos de la región. Lejos de desaparecer tras la expulsión de los jesuitas (1767), las comunidades indígenas fortalecieron tanto el catolicismo nativo como las prácticas de los pascolas y el venado como un elemento fundamental para las fiestas religiosas (patronales, cabos de año, el final de la Cuaresma y celebraciones familiares) de los mayos y yaquis.
El especialista considera imposible concebir una fiesta yaqui o mayo sin esta danza, excepto en la Cuaresma, la cual se retoma el Sábado de Gloria. Esta tradición con más de 300 años de antigüedad ha permeado en otras comunidades, como los guarijíos, pimas, pápagos o tohono o’odham, tarahumaras y tepehuanos del norte.
Recordó que esta danza era muy importante a inicios de la época colonial en las comunidades cahitas, que compartían sus rituales y un territorio amplio, desde el sur de Sinaloa hasta el centro de Sonora.
De acuerdo con su cosmovisión, los pascolas (los ancianos de la fiesta) eran seres malignos, hijos del diablo, pero Dios se los ganó en un juego, mientras que el venado es un ser primigenio y benigno, según cuenta el mito.
Esta concepción se manifiesta en la vestimenta de las danzas; los pascolas llevan un cinto con doce cascabeles que representan a los doce apóstoles y la máscara tiene pintada la cruz, a la vez que sus piernas están rodeadas de capullos de mariposas, que simbolizan a las víboras de cascabel.
Mayos y yaquis se enredan cordones negros o multicolores en las piernas. Unos representan la víbora prieta y los otros la coralillo, y en su cabeza portan una flor para simbolizar el renacimiento del juya ania, tiempo en que el desierto se cubre de flores silvestres.
Las máscaras con largas barbas y cejas, elaboradas de crin de caballo para simbolizar a un anciano, dan la libertad a los pascolas de burlarse de los rezanderos, gobernadores y en general de toda la comunidad en términos escatológicos o sexuales, situación muy sancionada por la normatividad interna, pero que el danzante lo tiene permitido, aunque al final de su interpretación ofrece disculpas por sus actos.
La danza del venado simboliza la vida misma, el mundo flor —el cielo de los católicos—, y representa a la humanidad en un mundo mágico, por eso portan flores en su cabeza. Tanto pascolas como venados bailan en una ramada frente al templo, cuando es una fiesta comunitaria, y en una ramada construida dentro de un solar, cuando es familiar.
En la ramada, a los danzantes pascolas los acompañan un par de violines y un arpa; el venado es acompañado por un grupo que canta con dos raspadores y un tambor hecho con medio bule colocado sobre agua, que representa los latidos de su corazón.
El venado nunca danza con música de cuerda, el único momento en que pascolas y venados se unen en la ramada es cuando el músico toca con su tambor de doble parche y una flauta de carrizo. Si son mayos, se ponen la máscara para atrás, y si son yaquis, de lado. Cuando bailan frente al flautero y tamborilero se ponen la máscara frente a la cara, porque representan un animal, cuando está atrás o de lado son seres humanos.
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