“Me gusta que la gente vea mi obra, que opine, que la analice, que le cause satisfacción”, decía el pintor Raúl Anguiano, quien el pasado 26 de febrero se conmemorará el centenario de su nacimiento. “El arte es mi religión, me he dedicado a él por muchos años y sigo pintando todo el tiempo, todos los días, hasta que se acaba la luz”.
Considerado el último muralista de la Escuela Mexicana de Pintura, Raúl Anguiano plasmó en dibujos, litografías, lienzos y muros el México rural e indígena, sus fiestas, tradiciones, religión, paisajes, faenas y vida cotidiana. Parte del legado de este notable artista son dos murales que realizó en 1964 en el Museo Nacional de Antropología (MNA).
La creación del hombre maya, inspirado en el Popol Vuh, y Deidades de Mesoamérica realzan la historia de las antiguas culturas en las salas Maya y de Servicios Educativos del MNA, donde a invitación del presidente Adolfo López Mateos y del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, Anguiano creó estas dos obras monumentales en las que aborda la cosmología maya y mesoamericana.
En La creación del hombre maya, el artista alude al origen divino de los hombres a partir del maíz, según el libro sagrado de los quichés de Guatemala. En este mural, Anguiano optó por la libertad interpretativa de las religiones antiguas y muestra a un pintor de estilo realista, cuyas figuraciones contrastan con el empleo de una superficie cóncava y el uso de modelos plásticos tomados de códices.
El pintor reconocía en su obra la influencia de diversos estilos, pero sobre todo del arte mexicano, en particular —decía— del arte azteca, que produjo obras tan extraordinarias e imaginativas como la Coatlicue o la Coyolxauhqui. “Es un arte fantástico, con un sentido simbólico muy fuerte. El arte prehispánico se defiende solo. Es parte de nuestro pasado y nuestro presente. Ha influido en diferentes pintores de profunda sensibilidad, como Rivera, Orozco, Siqueiros y Tamayo; también en Alfredo Zalce, José Chávez Morado y en mí, quienes hemos continuado con esta tradición, pero renovándola”.
Nacido en Guadalajara, Jalisco, el 26 de febrero de 1915, desde pequeño dibujaba a toda hora y en cualquier espacio, por lo que su madre, Abigail Valadez, le compró cuadernos para que no rayara las paredes. De esta primera etapa, Anguiano conservaba dibujos de los actores cinematográficos Elmo Lincoln y Mary Pickford, a quienes admiraba, así como del matador taurino Rodolfo Gaona y de Venustiano Carranza.
Influido por los grandes muralistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, a quien Anguiano consideraba el más grande pintor del siglo XX, también admiró la obra de los impresionistas, como Paul Cézanne, Claude Monet y Édouard Manet, así como de Diego Velázquez y Francisco de Goya. Sus viajes a Europa y a la ciudad de Nueva York generaron en él una gran creatividad y poco a poco fue desarrollando su propio estilo.
La espina, su obra cumbre, está inspirada en María, una mujer lacandona a quien Anguiano conoció en una salida a esa selva chiapaneca en 1949. Tras este suceso, el pintor dedicó un espacio muy amplio en su pintura a las mujeres indígenas, pintando sobre todo a tehuanas, juchitecas y en general dedicó a las mujeres del Istmo, vivamente interesado en el colorido y la plástica étnica de esta entidad.
Su obra pasó por diferentes etapas: surrealista (1938-1942), realista (años cuarenta), expresionista (1957-1966), cinética (1962-1969) y nuevamente realista (a partir de 1970). Ejemplos de su trabajo muralístico pueden apreciarse en la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México, el Museo Nacional de Antropología, la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Procuraduría General de la República, entre otros espacios. En su trayectoria como muralista es considerado parte de la segunda generación, junto a figuras como Juan O’Gorman, José Chávez Morado y Jorge González Camarena.
Entre los reconocimientos que obtuvo destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2000) y la Medalla al Mérito Cívico Eduardo Neri, otorgada por la Cámara de Diputados (2005). En 1968 fue nombrado vicepresidente de la Asociación Mexicana de Artes Plásticas, y en 1982 pasó a ser Académico de número de la Academia de Artes de México. Anguiano continuó su trabajo plástico hasta el 13 de enero de 2006, cuando falleció en la Ciudad de México.
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