Rafael H. Rivera
Cuando salimos de casa y vamos a nuestros trabajos o escuelas, y somos parte de las tareas preventivas, a través de simulacros o pláticas sobre la seguridad laboral o incluso escolar, raras veces nos preguntamos qué podría suceder en nuestro hogar, en el lugar donde vivimos y consideramos seguro.
El concepto de la Cultura de Protección Civil debe empezar en casa, ya que es uno de los lugares donde reside en gran parte la idea de seguridad.
¿Qué hacer para que esa idea se convierta en una realidad?
Partamos de la idea de que el concepto de seguridad, en materia de prevención de desastres, no es una realidad absoluta, lo que sí se puede hacer es reducir los riesgos para que estemos en un ambiente lo más seguro posible.
El técnico en Urgencias Médicas (TUM), Juan Carlos Pérez Cruz, nos comenta al respecto con un ejemplo: “Qué pasa si tenemos un león suelto por nuestra colonia. Eso representa un riesgo. Si este entra a nuestra casa, se convierte en un peligro, pero si le damos de comer y lo enjaulamos, bajamos el riesgo de ser dañados. Lo mismo sucede en nuestros hogares. Podemos reducir los peligros y convivir con los riesgos que nos rodean, con la conciencia de que existen”.
Es así como se puede empezar a pensar en un Plan Familiar de Protección Civil, generando un espacio con riesgos plenamente identificados que nos permitan estar lo más seguro posible.
¿Por dónde empiezo?
El primer paso es identificar qué cosas con las que convivimos cotidianamente nos pueden generar un peligro o daño, como pueden ser: las instalaciones de gas, las eléctricas, ver si tenemos muebles y objetos que se puedan caer y obstruir mi salida de emergencia; si hay vidrios que se pudieran romper y dañar a cualquier miembro de la familia, si hay elementos que pudieran generar un incendio al no contar con supervisión (uso de velas y veladoras); uso de elementos que pudieran generar gases tóxicos (anafres, calentadores), etc.
Ya que se han identificado los elementos que pudieran representar un peligro, lo adecuado es reducirlos y que los efectos de una emergencia sean mínimos como: anclar los muebles que pudieran caer, que las instalaciones de gas tengan revisión periódica para evitar fugas, que los vidrios, en la medida de lo posible, cuenten con algún tipo de película antiastillante.
Con respecto a las instalaciones eléctricas, debemos considerar evitar el uso de “multicontactos” para no sobrecalentar el contacto al cual están conectados, y menos aún, usar los “ladrones”, ya que generan el mismo efecto.
En fin, ya que hemos revisado las instalaciones en general, sigue la seguridad y salud de la construcción y asegurarnos de que no hay fisuras o grietas en elementos constructivos de nuestra vivienda, para lo cual es importante auxiliarnos de un ingeniero o arquitecto o con un maestro de obra. Lo ideal, si la economía lo permite, es con un Director Responsable de Obra.
Valdría la penas conocer a nuestros vecinos, no sólo para saludarlos o darles los buenos días, sino también para saber qué condiciones de seguridad podría haber en nuestro entorno cercano.
Y tendríamos que hacer un análisis al exterior. Se recomienda, al igual que en la integración de un Programa Interno de Protección Civil, en un radio de 500 metros a la redonda para identificar los riesgos externos como puede ser: gaseras, gasolineras, almacenes de materiales peligrosos, industrias, barrancas, inundaciones frecuentes, etc.
En el análisis de riesgos externos, podemos identificar probables amenazas a las que podríamos estar expuestos y plantear las probables acciones a seguir por parte de la familia ante una eventualidad.
Ya que tenemos un análisis de riesgos internos y externos, podemos generar, de preferencia con la familia, acciones de prevención, como evitar el uso de velas y veladoras sin supervisión, descuido de uso de instalaciones con gas, carbón o leña, obstrucción de pasillos, etc.
También generar planes de emergencia con supuestos lo más cercano a la realidad, bajo diferentes escenarios y circunstancias. Plantear cuál sería la actuación de cada miembro de la familia. Primero si están todos juntos y después si sólo se encontrara uno solo en el hogar, identificando puntos de reunión alternos.
Finalmente, realizar simulacros periódicos bajo diversos supuestos para probar la viabilidad de nuestros planes de emergencia, recordando que las emergencias no son solamente sismos.
Toda esta preparación nos lleva a generar una Cultura de la Prevención, permitiendo que sin importar el tipo de fenómeno perturbador que se presente, nuestros hogares estén lo mejor preparados posible y con una mayor probabilidad de que nuestros seres amados se encuentran a salvo.
Lo ideal, sería que cada hogar contara con sistemas de alertamiento temprano como Alerta Sísmica, Alarma contra Incendios, al menos con un extintor (de acuerdo a un análisis de riesgo), botiquín de primeros auxilios y lo más importante: estar capacitado para usar estas herramientas.
Con esto vemos, que precisamente la autoprotección empieza en casa y con la seguridad de que si cada miembro de la familia sabe qué hacer bajo los diversos supuestos de emergencia que se puedan suscitar en nuestros hogares, podríamos evitar que se escalara de emergencia a desastre y más aún, saber qué hacer en el lugar donde estemos: escuela o trabajo, inclusive en lugares de esparcimiento.
Para resolver dudas sobre la realización del Plan Familiar de Protección Civil, podemos acercarnos a las Unidades de Protección Civil delegacionales o municipales, o en su caso, contratar los servicios de personas calificadas para ayudarnos en el proceso de su implementación.
Lo más importante de todo es empezar a crear conciencia y, como dice Carlos Pérez: “el mejor brigadista es uno mismo”, ya que no hay nadie mejor para ver por la seguridad propia y, en este caso, de nuestro hogar.
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