Por frenar devaluación se especuló con reservas

Ante la urgencia de salvar al pesito de peor debacle, la Secretaría de Hacienda y el Banco de México convinieron en subastar 8 mil 995 millones de dólares de la reserva nacional y de inmediato fueron absorbidos por dueños de negocios endeudados. Luego denunció el hacendario Agustín Carstens que algunos empresarios especularon con ese dinero y se les investigará, incluso por vía penal.

La Comisión de Cambios puso los dólares en la mesa y procedieron a hartarse los representantes de diversas empresas, entre las otras Comercial Mexicana, Cemex, Bimbo, Alfa, Vitro y Gruma (Maseca).

Especular no es delito y hemos visto cómo se han quedado sin un quinto en los bolsillos quienes se aventuraron a comprar acciones en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), igual como acaba de suceder en Wall Street, donde millones de apostadores perdieron hasta la camisa en estos días.

Sin embargo, en nuestro país se castiga a dueños de empresas que realizan movimientos de capitales por debajo de las mesas, sin informar de ello a sus accionistas y a la BMV, si cotizan en este mercado donde se desvalija hasta a los más pintados.

De Comercial Mexicana, trasciende, se metió en el infierno  de los «derivados», consistente en pactar a futuro cuantiosas sumas, suponiendo que la moneda concertada continuará firme y con tendencia a fortalecerse.

Si es verdad, como se ha sabido, dicha comercializadora se enredó en la compra de divisas, contrajo un adeudo de mil millones de pesos con Banorte y la devaluación del peso multiplicó sus pérdidas. Debido a su crítica situación, por segunda vez ha suspendido ese negocio la BMV.

El asunto es que, de dichos movimientos especulativos, no se enteraron accionistas de la empresa en cuestión, pero como en el mundo  del dinero todo se sabe, los papeles bursátiles de Comercial Mexicana perdieron todo su valor.

El escándalo estalló y, encontrándose en Washington, Agustín Carstens se lanzó contra los empresarios que, según dijo, causaron la depreciación del peso. Pero no dio nombres de especuladores, concretándose a lanzar la pedrada. 

Desde luego, diputados y senadores se lanzaron contra los empresarios que, ¡oh sorpresa!, son causantes de que nuestro pesito deambule por la calle de la amargura y culpables del desorden financiero nacional.

Algunos legisladores, proclives a la pose espectacular, exigieron cárcel para los malandrines del dinero, acusándolos de todo, del caos mundial, de la caída de Wall Street, de la carestía de la vida… bueno, son peores que George W. Bush, el demonio personificado.

Ni por equivocación mencionan nuestros brillantes hacedores de leyes que los empresarios se fueron sobre los dólares puestos por el Banco de México en instituciones bancarias, a las cuales no les señalaron condiciones para la venta de los billetes verdes.

Ahora afirma el gobernador de Banxico, Guillermo Ortiz, que, le parece, «hubo falta de profesionalismo de los bancos al aceptar a una empresa que no tiene nada que ver con el tipo de productos que estaba operando».

A esto se llegó por el empeño de  detener la devaluación del peso por aquello  de qué diría el pueblo si nuestra moneda llega a cotizarse a 15 ó 20 por dólar.

Para el gobierno sería el acabóse porque se cuida de no caer en un deterioro mayor del peso, lo cual terminaría con la bandera política de que sólo en el «pasado corrupto» del priísmo hubo devaluaciones.

En esta otra barahúnda, el Consejo Coordinación Empresarial (CCE) se sintió agredido por la pedrada de Carstens. El presidente de ese organismo, Armando Paredes, consideró inaceptable que se le considere culpable de prácticas especulativas y sugirió investigar a los  responsables. ¿Lo harán? r

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