Las condiciones para todo el mundo han cambiado y no sólo para los Estados Unidos. El optimismo y la esperanza no deben borrar los datos reales. Así, este es el mejor momento de Barack Obama. Difícilmente podrá alcanzar, más adelante, el nivel de popularidad de que goza hoy. Al mismo tiempo, deben entenderse que el nuevo mandatario estadounidense inicia el largo camino en pos de su reelección. Con estos dos puntos a la vista puede resultar más fácil el intentar adivinar lo que nos espera para los próximos años. Obama sabe que su popularidad dependerá en buena medida, de la velocidad con la que pueda sacar a su país de la dura crisis económica que enfrenta. Y al mismo tiempo, sabe que una eventual reelección dependerá siempre, de esa popularidad. De esta manera, esperar que Estados Unidos ponga sus prioridades en los temas externos parece algo fuera de lugar. Después, si la reactivación del mercado interno es una necesidad de la estrategia económica del nuevo gobierno en Washington, habrá que esperar medidas que de una u otra manera, afecten a los socios de Estados Unidos. El optimismo es para los votantes estadounidenses. Y después, sólo después, llegará al exterior. Y tendrá que entenderse que las economías que se encuentren más sólidas, serán las que puedan manejar de mejor manera, esta situación. Por lo pronto y para que los mensajes cargados de optimismo en México se entiendan más como una estrategia electoral que como una realidad económica, habrá que ver, por ejemplo, el tema de los «ajustes» al TLC que con tanta euforia anunció el gobierno. Primero, cualquier ajuste en el Tratado implica enormes riesgos para México. Después, a querer o no, deberá recordarse que los plazos para la implementación total del TLC se han cumplido y que, por lo tanto, cualquier negociación, fuera cual fuere, implicaría presiones para nuestro país. Y por si esto fuera poco, no es muy difícil entender que, si hay negociaciones en material laboral y ambiental, Estados Unidos no pasaría muchos problemas para imponer condiciones y de ser necesario, ganar puntos en cualquier disputa en los tribunales internacionales. Sabemos que en materia laboral, México no pasaría ningún examen real y serio y que en materia ambiental serían simple y llanamente, destrozados en cualquier discusión. Así, la alegría de Los Pinos no se corresponde con la realidad ya que ésta responde más a las necesidades políticas del nuevo gobierno estadounidense que a la visión mexicana… Y en tanto, las condiciones en México se agudizan en lo que a los grandes retos se refiere. Primero, es obvio que en el tema de la seguridad no caminan de acuerdo al discurso oficial. Y que, dígase lo que se diga, la situación está lejos de ser la que el gobierno quiere presumir. Y después, el reto económico será mucho más largo y complejo de lo que se espera y de lo que se quiere reconocer. En este punto, resulta sencillo adivinar que este será un año de números negativos en todos los frentes y que el reto alcanzará fuertes impactos en el todavía lejano 2010. La apuesta del gobierno radica en contener los oleajes financieros al menos la primera parte del año, mediante medidas de emergencia más que de infraestructura. Pero vencidos los plazos electorales, no habrá poder que contenga los alcances reales de la crisis. Y si para este año se espera un decrecimiento, para el próximo se calcula que, en el mejor de los casos, la situación podría alcanzar un nivel cero en el crecimiento del PIB. Esto significa que, con buena suerte, en los primeros cuatro años del actual gobierno, el país tendría un promedio de crecimiento cercano al 1%, lo que se quiera reconocer o no, sería un factor políticos de tensión muy serio… Mientras todo esto acontece, los partidos políticos se preparan para la gran contienda electoral federal. En lo que a la renovación de la Cámara de Diputados se refiere, parece clara la recuperación de los priístas. Y en lo que toca a las elecciones para renovar seis gubernaturas, las cosas no parecen difíciles de calcular en Querétaro y San Luis Potosí, entidades en las que el PAN parece llevar ventaja. En Campeche y Colima el PRI no parece tener mayores problemas. En Sonora, el PRI asoma con algo de ventaja y en Nuevo León la interrogante radica no en la fuerza de los partidos, sino en la posibilidad de que el gobernador Natividad González Parás juegue una nueva traición a sus camaradas en el PRI. El PRD no figura realmente en esta contienda, entretenido como está en la nada constructiva tarea de las disputas tribales que le agobian. De cualquier manera, el PRD tiene ya definido su nuevo papel como «aliado crítico» del gobier-no, lo que le reduce fuerza, pero le garantiza privilegios.
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