Con motivo del Día de San Valentín, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), presenta indicadores sobre la unión en adolescentes con menos de 20 años de edad, en donde se soslaya que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) se pronuncia en este sentido de que “el matrimonio infantil y las uniones tempranas constituyen una violación a los derechos humanos y son prácticas nocivas que afectan gravemente su vida, su salud, su educación y su integridad”.
En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2014 más de la mitad de las mujeres alguna vez unidas de 15 a 49 años (51.4%), se unieron por primera vez antes de cumplir 20 años. La situación conyugal de los adolescentes de 12 a 19 años también permite tener un acercamiento a este problema, no solo porque se identifica a la población unida, sino porque también visualiza las tendencias de unión en distintos momentos históricos.
En 1990, un total de 6.8% de adolescentes de 12 a 19 años declararon alguna vez estar unidos y en 2015 según datos de la Encuesta Intercensal, la cifra es de 7 por ciento. Un aspecto por destacar es que cada vez hay más adolescentes que sustituyen la unión legal por la consensual: entre 1990 y 2015 la proporción de casados disminuye de 4 a 1.6% mientras que los que viven en unión libre aumenta de 2.5 a 5 por ciento.
Enfocándose únicamente en la población unida (la casada o en unión libre) de 12 a 19 años, se observa que en 2015 hay más mujeres (846 004) que hombres (315 582) en esta situación conyugal. El perfil sociodemográfico por sexo también es diferente. Considerando a las adolescentes unidas, 33.3% vive en un hogar nuclear y un porcentaje importante (64.4%) reside en un hogar ampliado o en un hogar compuesto. El 90.3% no asiste a la escuela y 73.5% declara que tienen algún grado aprobado en la primaria o secundaria; mientras que 25% solo tiene algún grado aprobado en el nivel medio superior o superior. El 11.7% forma parte de la población económicamente activa y la gran mayoría (60.4%) tiene al menos un hijo vivo.
Para los varones de 12 a 19 años que están unidos, 26.7% reside en un hogar nuclear; 70.5% en un hogar ampliado o compuesto; 89.1% no asiste a la escuela; 72.9% tiene algún grado aprobado en primaria o secundaria y 25.4% cuenta con algún grado en el nivel medio superior o superior. La mayoría de estos adolescentes son parte de la población económicamente activa (85.8 por ciento).
Las tendencias de esta fuente de datos muestran que el porcentaje de matrimonios donde alguno de los cónyuges tiene menos de 18 años ha disminuido notablemente. En 1995, por ejemplo, el número de mujeres que contrajeron matrimonio antes de los 18 años de edad fue de 105 066 mujeres, lo que en términos porcentuales representa 16% respecto al total de los matrimonios registrados en ese año. En 2016 el número de mujeres que contraen matrimonio legal en las mismas circunstancias es de 9 871 y su proporción disminuye a 1.8 por ciento.
Por su parte, el porcentaje de hombres que contraen matrimonio antes de cumplir 18 años es inferior al de las mujeres, lo que provoca que año con año se acumule un conjunto importante de mujeres que se casan sin alcanzar legalmente la mayoría de edad.
En cuanto a la edad del cónyuge de las mujeres que se casaron en 2016 y lo hicieron con menos de 18 años, 1.2% se casaron con hombres menores a ellas; en 5.1% ambos tenían la misma edad y en 93.6% el hombre es mayor que ella. Para estos últimos, dos terceras partes (66.7%) de las parejas tienen una diferencia de edad no mayor a los 5 años; el resto tiene una diferencia de 6 años o más, de los cuales destacan 712 parejas donde él es más de 10 años mayor que su pareja. Para las instituciones que realizan política pública, estos datos resultan de gran interés, ya que según la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, el matrimonio u otro tipo de unión “a edades muy tempranas y con grandes diferencias de edades respecto de la pareja, aumentan la vulnerabilidad de estas adolescentes; al propiciar el desequilibrio de poder al interior de la pareja y las pone en un riesgo continuo de abuso basado en la construcción social de un enfoque de género no equitativo ni de igualdad” (GR, s/f, p. 30).
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