En tanto se festejaba el triunfo de Barack Obama en Estados Unidos y en casi todo el mundo, en México se enlutó el gobierno del Presidente Felipe Calderón por el lamentable deceso del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y por lo menos 12 personas más.
La trágica muerte del funcionario de 37 años obliga al Primer Mandatario a nombrar a un tercer responsable de la política interior antes de cumplirse el segundo aniversario de su régimen. El jalisciense Francisco Javier Ramírez Acuña inició el complicado trabajo político en Bucareli y fue relevado por motivos aún desconocidos.
Mouriño llegó a ese puesto con la imagen de posible candidato presidencial del Partido Acción Nacional, entre otros motivos, porque Felipe Calderón lo distinguía como amigo entrañable.
Pronto enfrentó el nacido en Madrid, España, problemas de orden político debido a la denuncia de López Obrador sobre diversos contratos petroleros que el propio Mouriño reconoció a favor de una empresa familiar. Eso empezó a variar el rumbo de su carrera en el ámbito de la administración pública.
Numerosos comentarios en medios escritos y electrónicos se referían a la postulación inminente de Mouriño para diputado federal en la próxima legislatura. Tal vez no hubiese sucedido el cambio en Gobernación, pero sólo el Ejecutivo federal lo sabe. Mucha gente creyente del destino ha de suponer que ese era el del joven funcionario.
Sin embargo, es inexplicable que Mouriño utilizara en sus viajes un avión viejo que había sufrido un percance rumbo a Yucatán cuando era secretario de Gobernación Carlos Abascal Carranza en el régimen foxista.
Tampoco debió aterrizar en el aeropuerto capitalino la aeronave XC-VMC, puesto que esa terminal fue señalada para aviones comerciales de pasajeros y se obligó a los particulares a utilizar el de Toluca. Sin embargo, dependencias como la PGR y algunas otras se empeñan en operar el del DF.
El vuelo de Mouriño pareció normal de San Luis Potosí a la Ciudad de México, pero, de pronto, desapareció en las pantallas de los radares y cundió la voz de alarma. El piloto del Lear Jet-45 no reportó ninguna falla durante el descenso y testigos presenciales aseguran que cayó en picada, incendiándose en gran estruendo.
De pronto no se advierten señales de algún atentado contra Mouriño, pero, como el Presidente Calderón dijo que sería hecha una profunda investigación, el secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, contrató servicios de expertos estadounidenses e Inglaterra.
El propio Téllez pronunció en entrevista televisada un término confuso. Dijo que el mortal accidente, en el cual también murió el ex subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos, “no permite rechazar la hipótesis de un accidente”. ¿Entonces si permite la del atentado?
Esas expresiones generan peor confusión y, en el caso que nos ocupa, no son advertidos signos de un ataque del narcotráfico a Mouriño, como se empezó a especular. El funcionario era responsable de la seguridad nacional, combatía al crimen organizado, pero los encargados de hacerlo, directamente, son el secretario de Seguridad Pública y el titular de la PGR.
Ni siquiera es dable suponer el atentado contra Santiago Vasconcelos porque estuvo al frente de la SIEDO y desde ese mando atacó al narcotráfico. Tuvo un comportamiento de extremo cuidado y no se sabe de nexos o choques con los cárteles. Por ello se le nombró enlace entre los Poderes Legislativo y Ejecutivo.
Sin embargo, esperamos los resultados periciales. Se nos agotó el espacio y de Obama nos ocuparemos en otra ocasión.
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