En el Mundial de Fútbol celebrado en Suecia, en 1958, surgió un joven brasileño que atrajo la atención internacional. Se llama Edson Arantes do Nascemento, mejor conocido como Pelé. Eran los tiempos cuando el esquema futbolístico en las canchas se realizaba con el 1, 3, 2, 5, es decir: un portero, tres defensas, dos medios y cinco delanteros. El eje del ataque era el delantero central que, precisamente, correspondía a Pelé. Más de medio siglo de ese entonces, de nueva cuenta surge otro joven, ahora argentino. Se llama Lionel Messi. Los esquemas del balompié han cambiado. No son estricto, sino abiertos. El equipo juega al robin rood, esto es, todos defienden y todos atacan. El deporte dejó de ser una simple diversión para constituirse en un empresa, cuya divisa es ganar dinero. Las inversiones son multimillonarias cada año y los futbolistas se cotizan como cualquier producto de mercado. Después de Pelé surgieron otros ídolos: Distefano, Beckenbauer, Puskas y Maradona, entre otros muchos. Ninguno igualó al rey Pelé. Messi está en esa constelación de estrellas y la pregunta es si superará o no al gran Edson.
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