El descubrimiento en 1978 de las ruinas del Templo Mayor, en el zócalo de la ciudad de México, sitio emblemático de los mexicas representó la confirmación de lo referido en las fuentes históricas y por el arqueólogo Manuel Gamio, quien hace 100 años encontró los primeros vestigios del principal recinto ceremonial de esta civilización. De manera que el Templo Mayor era la “encarnación” del mito que señala el dominio del dios Huitzilopochtli.
Así lo refirió el historiador Miguel León-Portilla, al impartir una conferencia sobre la historia del Museo del Templo Mayor, en el que se aborda el devenir del Zócalo, desde la época prehispánica hasta la actualidad.
El investigador habló de la religiosidad que sustentó la peregrinación de los mexicas, desde Aztlán, un lugar legendario y a la vez real, al ombligo de la cuenca de México, dotando a éste de un poder místico y político que se mantiene hasta hoy.
A pesar del paso de los siglos, comentó que en sentido estricto los hechos de la fundación de Tenochtitlan no están lejos de nuestro tiempo porque “la historia sólo existe en presente, es decir, cuando ocurrió y cuando la evocamos”, tal como pasó en esta primera conferencia del ciclo organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Sobre la obra dirigida por Bernardino de Sahagún, el Códice Florentino, y realizada por los alumnos del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, el profesor emérito de la UNAM comentó que el fraile fue “el descubridor de un método que siguen utilizando los antropólogos, y el descubridor de una cultura, la nahua, que dejó mayor cantidad de documentos”.
Recordó que el descubrimiento y exploración en 1978 de las ruinas del Templo Mayor de los mexicas —trabajos que estuvieron coordinados por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma— representaron la confirmación de lo citado en las fuentes históricas y por el también arqueólogo Manuel Gamio, quien en 1914 encontró los primeros vestigios del principal recinto ceremonial de esta civilización.
En ese sentido, dijo, el Templo Mayor era la “encarnación” del mito que señala el dominio del dios Huitzilopochtli sobre sus hermanos, los 400 surianos y su hermana Coyolxauhqui, quienes planeaban matar a su madre, la diosa Coatlicue.
La deidad guerrera persiguió a los conspiradores hasta darles muerte en el Cerro de Coatepec, la montaña de la serpiente, donde rodó el cuerpo de Coyolxauhqui, la luna, representación que descubrieron los arqueólogos hace más de 35 años en los cruces de las calles Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico, lo que llevó a la excavación de los vestigios del templo doble, recordó Miguel León-Portilla.
Entre su anecdotario, Miguel León-Portilla narró que en 1985, tras los sismos de septiembre que diezmaron la ciudad, el entonces presidente Miguel de la Madrid convocó a una serie de expertos, entre ellos antropólogos, arqueólogos e historiadores, y él asistió a petición de El Colegio Nacional. En un momento dado tomó la palabra y pronunció en náhuatl un pasaje sobre la fundación de nuestra urbe:
“Yo creo que a la gente se le puso la piel chinita, algunos se pusieron de pie y otros empezaron a llorar. Estaba la ciudad medio destruida y a veces por más que nos esforzamos por dañarla, aquí la tenemos. Qué maravilla”, exclamó.
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