La promesa de campaña de Vicente Fox fue la creación de un millón 300 mil empleos por año, cosa que por supuesto no se logró. Felipe Calderón se autopromovió en campaña como “el presidente del empleo” y ofreció dar vida a un millón de plazas por año. Pero a pesar de prometer menos que su antecesor, las cifras son verdaderamente pobres en este renglón. Y para que se vea con claridad la situación, basta con ver el accionar del secretario del Trabajo, Javier Lozano, quien presume las 700 mil plazas que según sus cifras se crearon el año pasado, y establece que se requiere la reforma laboral para poder mantener el ritmo y elevar los avances. Pero en campaña, nadie habló de las reformas que hoy se demandan.
Después, queda el tema de los aumentos, en los que la Secretaría de Hacienda coloca como gran estelar, los llamados “gasolinazos”, los cuales se mantendrán a lo largo del año, lo que significa que los aumentos en todos los precios, serán una constante en el escenario económico. De esta manera, el año inicia con serios nubarrones en el horizonte. Y los discursos no son suficientes para levantar el ánimo o para despertar la confianza ciudadana. La violencia parece ser el único objetivo del gobierno, y las elecciones la única gran preocupación para el grupo en el poder… Pero los problemas no sólo para el gobierno federal. El gobierno perredista en el Distrito Federal se ha lanzado de lleno a cumplir con sus objetivos político publicitarios.
Y dentro de ellos el tema de la ampliación del Metrobús por un lado, y el de la construcción de la supervía por el otro, han demostrado que para el grupo de Marcelo Ebrard lo que menos importa es el malestar de los ciudadanos. Con la utilización de los granaderos como demostración de su gran convicción democrática, Ebrard logró poner en marcha obras en colonias contrarias al Metrobús. Y con el mismo democrático sistema, dio vida al proyecto de la vía que unirá Santa Fe con el sur de la ciudad. El problema radica en que Ebrard espera que al final de todo, la terminación de las obras coincida con los tiempos políticos que tanto le preocupan y que tienen que ver con la candidatura del PRD a la Presidencia de la República. Para Ebrard estos problemas no son más que el inicio.
Y a ellos tendrá que sumar la abierta confrontación que se ha iniciado con el clero católico. El jefe del gobierno capitalino pensó que había alcanzado una tregua política que le ayudaría a conseguir sus ambiciones políticas-Pero el clero católico ha puesto en marcha ya, una campaña en la que Ebrard recibirá una demostración de que para ser candidato, se requiere algo más que demagogia abierta, medias verdades y grandes mentiras… Por su parte, los priístas iniciaron ya el proceso que llevará a Humberto Moreira a la presidencia de su partido.
La forma en que el ahora exgobernador de Coahuila es atacado, deja ver con claridad el tamaño de la preocupación de sus rivales. Todos saben que el PAN, el gobierno federal y el perredismo en el DF, tenían en Beatriz Paredes una aliada dispuesta a cualquier cosa, si a cambio se le brindaba soporte a sus proyectos. Pero cuando su proyecto de permanecer al frente del PRI se vino por tierra, los aliados se dedicaron a cuestionar a las fuerzas que habrían de ocupar las posiciones hasta hoy en manos de la señora Paredes. Moreira es algo más que un político rival. Es una amenaza política seria para los partidos rivales. Y el gobierno perderá la posibilidad de atacar sin recibir respuesta. En pocas palabras, el diálogo está abierto. Lo que cambia es el tono. Y eso lo saben todos los participantes en este juego.
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