Lo que debe ser un debate lo convirtieron en polémica de trincheras. Los mejores políticos, con cargos públicos de elección, desde alcaldes, diputados, senadores y gobernadores, con mucha prisa y poco o nada de reflexión asumieron posturas extremas en torno a una propuesta de una reforma constitucional, que armó el Poder Legislativo de Coahuila, por petición del gobernador priísta, Humberto Moreira, para aplicar la pena de muerte a los delincuentes que cometen el delito de secuestrar personas, martirizarlas y asesinarlas. Algunos con grado mayor de ingenuidad sentenciaron que “la pena de muerte no evita los delitos”. Bajo este apotegma simplista, la cárcel de un año, de diez o de setenta años, tampoco termina con los delitos.
Significa, bajo ese burdo silogismo, que la sociedad debe acatar el paradigma de no actuar con dureza contra la delincuencia, que tiene asolado a todo el país, en un año han asesinado a más de 5 mil personas y a ello se suman los secuestros, las violaciones. Muchos escenarios de horror sanguinario. Una corriente fuerte del priísmo, como los coordinadores legislativos, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y gobernadores, José Reyes Baeza, Ivonne Ortega, Jesús Aguilar, Natividad González, entre otros, han dicho que se debe abrir un debate nacional en torno al planteamiento. Incluyendo al presidente de la Cámara de Diputados, César Duarte.
Otros precipitadamente, como el coordinador panista del Senado, Gustavo Madero, tras oponerse a la pretensión de aplicar la pena de muerte, señaló que está probado que con ello no terminan los delitos; y agregó que podría ser sometido a juicio político el gobernador coahuilense. El coordinador de los diputados, Héctor Larios, también se opuso y lo mismo hicieron los coordinadores perredistas Carlos Navarrete y Javier González Garza. Y en cadena los funcionarios de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y del Distrito Federal arremetieron contra la intención.
El ánimo ciudadano, en todo el país, es de agobio y de mucho miedo. La delincuencia se ha apoderado de las calles, el asalto, la violación, el crimen y el secuestro se perpetúa a todas horas del día, y en áreas cerradas, como las empresas o los hogares y en las calles. Abrir el debate, argumentar y escuchar, sería una catarsis social y anímica.
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