La ciudadanía está angustiada. Vive bajo el síndrome del miedo. La vida diaria es de inseguridad. Aunque es por sensación. Es en torno a los asaltos, a los secuestros. Al temor de viajar, de transitar las calles de ciudades o en carreteras de provincia. El fenómeno sicológico se agrava emocionalmente al ver escenas de grupos de violencia o armados. Se ven en ciudades como el Distrito Federal, grupos llamados anarquistas, que aparecen en marchas, agreden, destruyen, además del índice creciente de delincuencia. El pavor crece al ver escenas de llamados “policías comunitarios” armados, tomando plazas municipales, como lo hacen en Guerrero y Michoacán.
El síntoma de inseguridad es nacional y es de la mayoría de la población. Así aparece, según estudio a base de encuestas que realizó el INEGI. Un 68 por ciento de la población teme ser víctima de la delincuencia. Es un trabajo muy ilustrativo. En síntesis, no hay confianza. Y que el gobierno no cumple con el concepto jurídico de Estado, el cual es representado por el marco jurídico de seguridad y orden. Los grupos, formados por miles de ciudadanos que se dicen “policías comunitarios”, pero armados, hasta con armas de alto poder o de escopetas de chispa, disque “impartiendo justicia”, contra las bandas que asuelan a poblados de Tierra Caliente michoacana o de la alta montaña guerrerense, violando la ley, pero mal supliendo un vacío de verdaderas policías, de cuerpos de inteligencia. Se erigen liderazgos al margen de leyes, como el doctor José Manuel Mireles. Es larga la historia de estos grupos. Es corto y llano el juicio: “No hay liderazgos de policías de élite en inteligencia”. Se vive mal, bajo el miedo.
Acotaciones
El Presidente Enrique Peña Nieto, en Cochoapa el Grande fue increpado por un humilde maestro guerrerense, acusándolo de que junto con la OCDE vendió la educación. El mandatario detuvo su paso y comedido le explicó que la Reforma Educativa garantiza la “Educación gratuita y laica”. Y le pidió no dejarse engañar por los que difunden falsas versiones.
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