La imagen de policía empezaba por identificarla como parte de la comunidad. Policía de crucero, policía de barrio. O la municipal. Eran cuerpos de seguridad acorde con la ciudadanía. Luego la policía estatal. De ahí a la policía judicial, en el ámbito ministerial. El otro nivel, la federal. Cada cuerpo con su identidad e imagen social. Hasta la militar. Sin ignorar la de Seguridad Nacional, que incluía la política. Puede decirse que había estructura. Se crearon escuelas policiacas.
¿Qué pasó? La oposición, buscando el poder público, enderezó una denostación a la estructura existente sobre la Seguridad Pública. Y cuando llegó al poder, a la Presidencia de la República, el mismísimo Presidente Vicente Fox se mofó: “ya no se espía a nadie”. Desmontó los cuerpos de inteligencia como el CISEN. De ahí se soltó la delincuencia con miles de muertos, miles de secuestros y asaltos. Esta es otra historia por contar. Regresó al tema inicial, ¿cuál es la imagen del policía?
Es la de un monigote al que se le insulta impunemente. Al que se le agrede en marchas o plantones. Y ni las manos meten. Se mofan de ellos, hombre o mujer. Insultos. Y ha llegado al extremo de que los matan. El número de policías asesinados es notable y creciente. Pero, aún más grave, es frecuente el linchamiento, bajo el martirio. Ocurrió en Tlahuac, cuando gobernaba Andrés Manuel y el director de Policía era Marcelo Ebrard. Una turba ciudadana mató, martirizando, a policías federales. Y así se llega a Ameyalco, de Alvaro Obregón, otro linchamiento, a pedradas contra policías. Y también ocurre en el estado de México. En Atlautla, policías que actuaron contra talamontes, el pueblo terminó linchándolos. No puede quedar impune. Y urge rescatar y dar identidad con dignidad al policía. O nos mataremos unos a otros.
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